viernes, 28 de diciembre de 2007

Contarle la vida a un extraño


Hace años tuve una experiencia muy entrañable y de la que guardo un bonito recuerdo.

Estábamos a finales del mes de junio, yo iba en un tren de Perpignan a Barcelona y a mi lado estaba sentada una señora bastante mayor que, por otra parte, ocupaba el asiento que debería haber sido mío.

Ella y sus dos nietos ya estaban allí cuando yo subí al vagón en Perpignan y, después de una pequeña confusión inicial, descubrimos que ellos ocupaban los asientos correctos, pero del vagón equivocado. Como el asiento que estaba a su lado estaba libre y no parecía que hubiera nadie más reclamándolo, decidimos que yo me sentaría allí y que ellos cruzarían los dedos para que nadie más subiera al tren intentando utilizar los asientos que ocupaban.

La verdad es que la anciana, que tendría bastantes más de ochenta años, y sus nietos, un niño y una niña de unos ocho años, formaban un grupo bastante frágil y daba mucha pena pensar que tuvieran que andar de un vagón a otro con todos sus bártulos.

Toda mi conversación inicial se había producido en francés y el aspecto intensamente rubio y "perfectamente francés" de los niños no me hacía pensar otra cosa distinta de que se trataba de una abuela francesa, que iba con sus nietos a alguna de las playas del litoral catalán.

Sin embargo, aprovechando la anécdota inicial que nos hizo romper el hielo, la señora continuó hablando sin parar (yo sobre todo escuché) hasta que llegamos a Barcelona y me hizo ver que llevaba horas (o quizás días ..., o años) necesitando hablar con un adulto que la escuchara, sólo eso.

No sabría decir exactamente todo lo que me contó y, al intentar contároslo ahora, estoy casi seguro de estar inventando la mitad. Ni siquiera puedo decir en qué lengua me hablaba, porque se pasaba, sin solución de continuidad, del francés al castellano y del castellano al catalán (valenciano decía ella), volviendo de nuevo al francés. Supongo que tenía que ver con la historia o la persona que estuviera recordando en cada momento, pero no puedo asegurarlo. Yo, por mi parte, en mis pequeñas aportaciones, utilizaba indistintamente el francés o el castellano, dependiendo de la última lengua que ella hubiera utilizado.

Lo que sí recuerdo es que me contó su vida entera, como conoció a su marido en Valencia, de donde eran los dos; como los dos, juntos e ilusionados, se casaron de forma un poco precipitada y sin todos los beneplácitos familiares, emigraron, casi huyeron, primero a Barcelona y, unos años más tarde, a la periferia industrial de París.

Me describió los primeros años duros, recién llegada a Francia, sin conocer el idioma, esperando en casa a que su marido volviera del trabajo, hablando en el humilde barrio obrero con sus vecinas polacas, portuguesas o de cualquier lugar imaginable, incluyendo algunas  españolas. Como, poco a poco, fue integrándose, descubriendo cómo funcionaba aquella sociedad y prosperando, teniendo hijos, ya franceses, ... y, especialmente, envejeciendo.

Su marido se jubiló y, por lo que se ve, murió pocos años después, dejándola sola. Me dio la impresión de que había estado muy enamorada de él y, por la mirada que ponía mientras me lo contaba, aun seguía echándolo de menos.

Mientras tanto, sus hijos, dos varones, ya se habían hecho mayores, habían hecho estudios universitarios, se habían casado, ... Uno de ellos estaba trabajando en Brasil. El otro había ido a vivir al sur de Francia, cerca de Montpellier. Ambos "triunfaban en la vida" y ella se sentía una pieza prescindible en esas vidas que, en el fondo, tan poco tenían que ver con la suya. Vivía "de prestado" en la bonita casa de campo de la campiña francesa de su hijo, abogado de éxito, y dejaba entrever que, en el fondo, no se llevaba demasiado bien con su nuera y que en esa casa y en esa vida tan perfectas, se sentía una extraña. Una sensación, que sólo conseguía compensar la presencia de sus nietos.

Ahora había conseguido una tregua a esa sensación de no servir para nada: iba a Valencia o Alicante, a pasar unas semanas con la familia de su hermano y llevaba con ella a sus nietos franceses, que no hablaban una gota de español, y, por esta razón, se sentía útil. Incluso la notaba ilusionada con la idea. Quizás por eso conseguía contarme las cosas, alguna de ellas muy triste, con esa naturalidad y esa energía.

A estas alturas, podéis pensar que yo debía estar bastante harto de la conversación de esta señora, que estaría deseando llegar a Barcelona para librarme de ella.

Pero no es así.

Esta señora era el colmo de la educación y la sutileza. Conseguía contarme las cosas con tanta ternura y pasión al mismo tiempo, y en esa enloquecedora mezcla de idiomas, que me tenía atrapado entre sus redes narrativas. Estaba creando un universo literario propio, en el que los cambios de idioma eran coherentes y todo parecía tan sincero y, al mismo tiempo, poético, que me tenía entregado.

Recuerdo que, en medio de esa conversación, el tren paró en Collioure y yo pensé que era de lo más adecuado estar dentro de esa historia y, al mismo tiempo, en el lugar en el que murió y está enterrado Antonio Machado.

Cuando llegamos a Barcelona, yo me bajé del vagón y, desde el andén, viendo como se alejaba el tren en que ellos continuaban, no pude evitar tener una sensación de pérdida, como si en ese tren se alejara alguien querido a quien sabía que no iba a volver a ver.

Confieso que unos minutos después se rompió el embrujo. Metido en un taxi, camino del aeropuerto desde donde pensaba seguir mi camino hasta Madrid, ya tenía muy claro que esta señora, que había compartido unas tres horas de viaje conmigo, era, a fin de cuentas, una extraña.

Sin embargo, no puedo evitar acordarme de ella muchas veces cuando me pongo a escribir en este blog. En cierto modo, esto es algo así como contarle tu vida a un extraño. Y sería mucho más fácil si todos mis lectores fueran extraños a los que no iba a volver a ver nunca jamás.

Confieso que hay muchas cosas que no llego a escribir porque me da vergüenza pensar que las pueden leer personas que me conocen y me parecen demasiado sensibles o quizá un poco ridículas. En esos momentos comprendo perfectamente a aquella señora que me usó para su terapia particular. Yo era la víctima perfecta: un extraño al que nunca volverás a ver es el destino perfecto para algunas confidencias de las que quizás no estás muy orgulloso; para sacar a la luz esas pequeñas frustraciones que no te atreves a confesar a tus personas más cercanas y que, muchas veces, han sido provocadas por ellas mismas, ...

Aquella vez, mientras me alejaba de aquel tren y de aquella historia, me sentí útil. Alguien había sacado parte de sus fantasmas y, probablemente, eso le podría ayudar a convivir con ellos.

Igual resulta que, al final, puede ser más útil o, por lo menos, más inofensivo contarle tu vida a un extraño que a una persona cercana.

Creo que, en parte, por eso funcionan los blogs: son una forma cómoda y reposada de contarle tu vida a un extraño.

Y parece que eso es sano.

Para el que lo cuenta y, al menos algunas veces, también para el extraño.

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lunes, 3 de diciembre de 2007

La lluvia

Muy a menudo echo de menos la lluvia de mi tierra, el aire limpio y regenerado después de un aguacero, el color verde que trae a sus campos, ...

Sin embargo hoy, mientras atravieso La Mancha en un veloz tren y contemplo los colores limpios del amanecer sobre una ligera neblina, no puedo dejar  de estar de acuerdo con el texto de Julio LLamazares que acabo de leer y que dice, sobre los colores de su infancia, que "cuando llovía, en cambio, el agua los confundía y el paisaje se volvía tan extraño como un cristal empañado".

Es verdad que recuerdo alguna mañana de invierno, imagino que de sábado o de vacaciones de Navidad, encerrados en aquella cocina grande de la infancia. Mi madre planchando y nosotros, los niños, tirados por el suelo con los indios y vaqueros de plástico o las cazuelas y platos de juguete.

Recupero mi mirada desde el suelo observando el exterior, en un ángulo casi imposible, a través de la esquina superior de la ventana, la única aun no empañada. Me recuerdo contemplando el cielo fundido con la montaña en una única nube gris que parecía estar ahí desde siempre e ir a quedarse en el mismo lugar hasta el final de los tiempos, mientras llovía con la paciencia con la que sólo nuestro cielo sabe hacerlo.

Vuelvo a sentir aquel confort estremecido, el alivio de estar dentro, al calor y en compañía. También noto el frío de fuera, la humedad que se debía calar hasta los huesos y la soledad del mundo, allá, al otro lado del cristal.

Recupero el olor cálido de la ropa recién planchada envolviéndonos dentro de casa y pienso que sí, que la lluvia me sigue gustando.

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lunes, 19 de noviembre de 2007

Tontos con suerte


Hace ya tiempo que me encanta leer las columnas de Elvira Lindo en El País y tengo que decir que, en general, me lo paso muy bien. Sé además, que es una afición compartida con algunos de vosotros.

Al principio las leía como un divertimento, atraído por ese tono aparentemente frívolo e irreverente con el que suele contar las cosas, riéndose de los prejuicios, de los "progres" y los carcas, de los "snobs", de los "intelectualoides", ...

Es verdad que tiene cosas que parecen serias ya desde el principio, pero la mayor parte de los artículos que yo he leído tienen una aspecto más ligero. Sin embargo, con el paso del tiempo, me he ido dando cuenta de que en esa ligereza aparente hay más seso de lo que parece a primera vista. De que hay mucho sentido común, el menos común de los sentidos, y pequeñas "perlas de sabiduría" que son muestra de una profundidad y seriedad que no se veía a primera vista.

Hace poco más de un mes (17/10/2007) encontré una columna llamada Patrias que os recomiendo que leáis como antídoto si os dan ataques de patriotismo "incívico".

La pasada semana (14/11/2007) encontré un fragmento en otro texto suyo, en este caso uno titulado ¡Un hombre!, que me pareció que tampoco tiene desperdicio.

Ese texto habla, cito literalmente, "del tonto que, por azar, se convierte en líder. No es una fábula que afecte sólo a la clase política, porque tontos los hay en todos los campos. Detrás de un gran intelectual, filósofo, empresario o escritor puede haber simplemente un tonto con suerte. Lo peligroso es que cuando un tonto llega a un puesto relevante, muchas personas se rinden. Si el tonto ejerce el poder con villanía, atemoriza; si el tonto es escritor y vende muchos libros, acaba provocando respeto intelectual; si el tonto está forrado, por muy tonto que sea, provoca admiración. Hay tontos locales y tontos internacionales. A las personas cabales les provoca mucho desánimo cuando un tonto consigue prestigio internacional porque eso quiere decir que su estulticia causa una admiración sin fronteras."

Yo he visto, perfectamente reflejada en esta descripción, a alguna persona que conozco.

¿Vosotros no?


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martes, 13 de noviembre de 2007

Dentro y fuera


Este sábado paseé como un turista por mi tierra, acompañando a unos amigos recientes que eran los verdaderos turistas (era la primera vez que estaban por allí).

En un momento dado tuve la extraña sensación de ser dos personas, guía y turista, al mismo tiempo.

Debe de ser el estado natural del emigrante del que le oí hablar una vez al escritor Jesús Ferrero. Es una especie de "no estar en ninguna parte". Eres forastero cuando estás en el lugar en el que vives la mayor parte del tiempo, pero también lo eres cuando vuelves al lugar en el que has nacido y vivido más de la mitad de tu vida.

Creo recordar que Jesús Ferrero decía que ese estado de "arraigo nebuloso" o "raices difusas" le parecía especialmente creativo y hacía una reivindicación del mismo como un estado eminentemente literario.

No sé si este estado es especialmente creativo, pero creo que este sábado entendí por qué a él se lo parecía.

Paseando al borde del mar en una tarde, ya noche, fresca y húmeda, pero sin lluvia. Revisitando y describiendo para otras personas lugares que conocía pero que me resultaban extraños al mismo tiempo, me sentí en cierto modo dentro y fuera del paisaje, como si fuera un personaje de ficción y, al mismo tiempo, el autor que lo estaba creando.

Extraña sensación.

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lunes, 5 de noviembre de 2007

Amigos 2.0


Iba a escribir un post sobre los viejos tiempos y las nuevas tecnologías. Sobre redactar estos posts y ponerlos en un servidor remoto (¿estará en América?) para que los lean personas de confianza y a la mayor parte de las cuales podría contarles en directo las cosas que escribo.

También iba a hablar sobre personas relativamente mayores y con algunas canas, como yo y algunos de mis amigos, que hemos pasado de los cuarenta o están en ello y que andamos chateando como adolescentes en el Talk.

Había pensado en hablaros de lo desconcertante que resulta estar con ellos en un bar y descubrir que estamos hablando de mi blog o del de A. o de no sé que conversación surrealista por el Talk o del revuelo que se produce en el mismo Talk cuando alguien elige un "lema con mensaje" para definir su estado ese día.

Quería darle a ese texto una forma elaborada y una moraleja "filosófica", algo que pareciera coherente con un estilo "profundo" y respetable.

Pero, después de darle unas vueltas, no lo he conseguido. Así que he optado por contároslo de esta manera, directa y sin demasiada "cocina" (podéis elaborarlo vosotros, si os gusta más hecho).

Y especialmente quería deciros (¡resulta que es lo más importante y casi se me olvida!) que he descubierto que esto de la tecnología me (nos) está ayudando a establecer relaciones muy humanas. Que, especialmente en el blog, la gente se anima y escribe, hace comentarios desde la "intimidad" de su teclado y su pantalla y, la mayor parte de las veces, parecen casi más naturales y con más contenido que cuando hablamos sin más, en directo. Supongo que hay más reflexión por medio y menos prisa por no perder el turno de palabra.

Finalmente, me apetecía decir que me está gustando estar con los amigos, también en esta versión 2.0., especialmente porque las oportunidades para estar en la versión 1.0 (en directo y en los bares, a ser posible con un par de copas ya tomadas y sin prisas) no son muchas últimamente.

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miércoles, 24 de octubre de 2007

Silencios

Es curioso:

Cuando voy a una reunión por motivos de trabajo (con clientes o similar) NO paro de hablar.

A la mayor parte de mis compañeros les encanta que sea así, ya que se ahorran tener que hablar ellos. Incluso suelen decir que lo hago bien, con criterio y seguridad (y espero que no sea sólo por dorarme la píldora).

Cuando me reúno con amigos o familia, cada vez hablo menos y me gusta más escuchar.

Antes, al igual que en las reuniones de trabajo, hablaba sin parar y creo que también aparentaba hacerlo con criterio y seguridad, como si supiera muchas cosas de la vida y eso me diera derecho a opinar sobre todo.

Ahora me parece que, cuando estoy con gente de confianza, aprendo y disfruto tanto o más escuchando a los demás como hablando.

No es que me haya vuelto mudo, pero hablo menos. Sólo vuelvo a hablar demasiado en contadas ocasiones y, especialmente, si en el grupo hay personas que acabo de conocer o no son de verdadera confianza.

Creo que, en parte, se debe a que estoy menos seguro de mis criterios y de lo que sé de la vida que cuando tenía unos cuantos años menos y necesito más contrastar mis ideas u opiniones con las de los demás. Que valoro más sus opiniones y su forma de ver la vida, su experiencia y sus sentimientos, los matices que ellos ponen a las cosas.

Desgraciadamente, en el trabajo sigo sin encontrar que haya demasiada gente que pueda aportarme cosas. Así que no encuentro muchas razones para escuchar.

¿Será pura vanidad mía o realmente el "mundo profesional" en general es así de mediocre?

¿Será que tengo mala suerte con el mío y hay otros "mundos profesionales" mucho mejores o más interesantes?

¿Será, simplemente, que lo miro con malos ojos?

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( Nota del autor: Ya sé que no iba a hablar de trabajo en este blog, pero hay veces que se mezcla de tal forma con la vida que no es fácil saber si estoy hablando de mi trabajo o de mi vida. ¡Sed comprensivos!)

lunes, 22 de octubre de 2007

Ocho minutos


Este fin de semana he escuchado en la radio que el sol que vemos es, en realidad, el sol de hace ocho minutos.

La cosa tiene una explicación científica relativamente simple. De esas que entiendes en un sentido racional cuando te las explican, pero que jamás llegas a comprender de verdad, que no acabas de verlas como algo real.

Resulta que ahora, según esa verdad que entiendo pero no acabo de comprender, no me puedo fiar ya ni del sol. Resulta que, cuando creo que acaba de salir, hace ya ocho minutos que estaba ahí, espiándome sin que yo me diera cuenta. Resulta también que, cuando me quema o me deslumbra, lo hace con premeditación y alevosía; que ya llevaba ocho minutos preparándose para hacerlo.

A veces no sabe uno si fiarse de la ciencia o, mejor, hacerlo de su intuición.

Otras veces pienso que, en el fondo, me da lo mismo.

¿A mí qué me importa cuando salió la luz del sol de su sitio?

Lo que me importa es cuándo me llega; si me apetece dejarme envolver por ella y por su calor, como en estos días de otoño, o refugiarme en la sombra que, supongo, también será la del sol de hace ocho minutos.

Sin embargo, tengo que confesar que, según lo oí, me produjo cierta inquietud saber que la realidad que veo está iluminada por una luz "vieja".

Salvo por las noches (imagino).

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martes, 16 de octubre de 2007

Cambiar de vida


A. va a cambiar de vida a los cuarenta y ocho años.

En realidad, sólo va a cambiar de trabajo, pero eso es en gran medida cambiar de vida.

Nuevos compañeros, nuevos jefes, nuevo lugar de trabajo, nueva rutina de desplazamientos, ...

Pienso en ello y no puedo evitar sentirme desconcertado, un poco aturdido, ante la idea de podría ser yo quien estuviera a punto de dar ese mismo salto.

Me pongo en esa situación y, lo que siento, no sé si es ese vértigo que produce el miedo al vacío, a lo desconocido, o sólo ese cosquilleo en el estómago que precede y acompaña a los momentos decisivos.

No sé si me atrae o me produce rechazo.

Desde luego, lo que no me produce es indiferencia.

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martes, 9 de octubre de 2007

A veces .. tengo lectores (pero son poquísimos)


Me siento como el niño de "El sexto sentido", cuando decía, con un susurro y suponiendo que nadie se lo iba a creer, "a veces ... veo muertos" (o algo muy parecido).

Esa sensación de nadie-se-lo-va-a-creer ante lo inverosímil del suceso, es lo que he sentido al escribir el título inicial de este post ("A veces .. tengo lectores") y he debido añadir inmediatamente una aclaración ("pero son poquísimos").

Supongo que hay varias razones que explican la escasez de lectores:

- Que nadie, salvo los más íntimos (creo), sabe que existe este blog. Una vez A. me hizo publicidad en su blog y conseguí más de veinte visitas en un día. Pero nadie o casi nadie volvió por aquí.

- Mi poca continuidad escribiendo posts, aunque he hecho un propósito de intentar reformarme.

- Y, especialmente, lo poco interesante para el común de los mortales que deben de resultar las cosas que escribo. Confieso que algunas, cuando las he vuelto a leer, no me interesaban ni a mí.

¿Será (casi seguro) que lo que escribo tiende a ser lo que me pasa por la cabeza y no lo que pasa por el corazón, estómago u otros órganos que inspiren más complicidad?

Voy a tener que empezar pensar menos y escribir más.

Por si a alguien le interesa, quiero decir tres o cuatro cosas:

- Definitivamente, me encantan los comentarios, incluso las críticas o sugerencias. Ayudan a saber que alguien se ha interesado, aunque sea un poco y quizás en negativo, por lo que ha leído.

- Me muero de envidia (hay otr@s a l@s que les visitan desde lugares exóticos, les dejan felicitaciones, ...)

- Os estoy muy agradecido por visitarme, porque ...

- A veces ... me gusta tener lectores (aunque sean poquísimos).


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lunes, 1 de octubre de 2007

Nostalgia


Venía en el metro leyendo un artículo sobre el uso publicitario de la nostalgia y, de repente, he caído en la cuenta de que yo debo de haber sido un nostálgico incluso ya antes de nacer. Al menos, así me lo imagino, ya que me recuerdo nostálgico desde que tengo uso de razón.

A veces hasta pienso que era nostálgico antes de tener mis propios recuerdos y, por eso, con quince o veinte años me gustaban canciones que eran anteriores a mi generación, como boleros, tangos, ... y mi grupo "moderno" preferido entonces era Dire Straits, que, en cierto modo, siempre ha sonado un poco a viejo o, al menos, a clásico.

Ahora que ya empieza a hacer veinte o veinticinco años de muchas de las cosas que recuerdo, soy nostálgico por derecho propio y he perdido alguno de los complejos generacionales que me impedían disfrutar siéndolo.

Además, en esta "sociedad de usar y tirar", de lo efímero, tenemos la ventaja de que cada vez es más fácil sentir o disfrutar de la nostalgia, incluso con cosas de ayer mismo. Vas a una tienda de discos y ya venden a precios y en la sección de saldos algunos discos que no deben de llevar publicados más de unos meses. Encuentras libros que ganaron un premio de novela importante hace sólo uno o dos años en la sección de oportunidades o incluso en un rastrillo de "libros viejos".

Así que, entre la publicidad, mi propia edad y el vértigo consumista, cada vez es más fácil disfrutar de la nostalgia. Casi vivir el presente desde la nostalgia.

¿Acabaremos rizando el rizo y viviremos el futuro desde la nostalgia?

Eso es lo que nos propone mucha de publicidad a la que estamos sometidos y, en cierto modo, algunas ideologías políticas.

Igual empieza a ser el momento de reaccionar y hacerme un moderno.

Aunque no sea más que por higiene mental y así poder recordar dentro de unos años, y "con nostalgia", que una vez fui moderno.


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lunes, 24 de septiembre de 2007

Monday, Monday


Hay una canción de "The Mamas & The Papas" que se titula "Monday, Monday" y que estoy casi seguro de que todos habréis oido alguna vez.

En un resumen muy rápido, la letra viene a definir el lunes como un día de abandonos y decepciones.

Yo ya había llegado a la conclusión desde mi más tierna infancia de que esto del lunes era un mal invento, pero no había acabado de darme cuenta de cuál era la razón exacta.

Hoy, al comprobar que, una vez más, mis boletos de la primitiva no estaban premiados, me he dado cuenta de cuál es el verdadero problema del lunes.

¿Decepción, desilusión, ...?

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martes, 18 de septiembre de 2007

Ganas de nada (y otros resultados "imprevistos" del comienzo de curso)

Me lo voy a tener que mirar: varias semanas después, sigo sin tener ganas de hacer nada.

Como quien dice, acabo de volver de vacaciones y ya tengo acumulada toda la fatiga que corresponde hasta navidades por lo menos.

No sé si tiene que ver con el estado en que ya me fui, con la falta de ilusión por el tema prohibido en este blog (trabajo) o con el hecho de que nos hemos quedado sin ayuda doméstica y además convivo con una variante moderna y mucho más femenina del Manco de Lepanto, pero el resultado es que tengo la impresión de no parar de hacer cosas y, al mismo tiempo, de no hacer nada.

Hablando de mancos y otras especies, parece que en esta "rentrée" (que fino me ha quedado) de las vacaciones, se ha puesto de moda hacer algo original.

Lo de quedarse semi manco es una opción, pero parece que van ganando terreno otras variantes más atrevidas como quedarse cojo total y con tendencia al reposo en posición horizontal (ya van dos en menos de quince días).

También parece que esta temporada verano-otoño se lleva lo de quedarse embarazada (también van dos en estas semanas transcurridas desde el final de mis vacaciones). Las hay en versión "premeditada", aunque para mí también imprevista, y en versión "a traición". En en este último caso han ayudado esas estadísticas que dicen que es casi imposible quedarse embarazada usando el DIU, pero que, en cualquier caso, hay un uno por ciento de posibilidades. Bueno, pues conozco uno de esos del uno por ciento.

Afortunadamente yo voy librando o casi librando. Lo de la "Manca de Lepanto" me pilla bastante cerca, pero no es lo mismo que ser el protagonista directo. Además, comparado con lo del "síndrome del cojo mantecas", es una tontería.

Mi embarazo veraniego es sólo virtual, más tipo barriga cervecera, y tengo la firme esperanza de que se vaya poco a poco con la vuelta a la normalidad. Alguna ventaja tiene que tener el trabajar sobre el estar de vacaciones, ¿no os parece?

El caso es que este septiembre me está pareciendo un poco más loco de lo habitual: embarazos imprevistos (al menos por mí) e incluso a traición, "cojos mantecas", "mancos de Lepanto", señoras de la limpieza que no limpian sino desaparecen, oficinas completas que, a la vuelta de las vacaciones, descubren que no tienen teléfono y llevan sin tenerlo casi un mes (no es la mía, ¡sólo faltaba eso!), consejeros delegados que pasan de ser eso a ser "consejeros de la empresa con carácter consultivo" (¿qué carajo es eso?), ... incluso suecos que han dejado de visitar el blog de A. (¿estarán de vacaciones?).

Pero, en lo que a mí respecta, además de caótico, me está pareciendo un mes muy, pero que muy, desganado.

¿Será grave?

L., que empezaba hoy uno de sus bloques de vacaciones (¿el tercero?, ¿el cuarto?, ...) y por ello estaba en un extraño estado de lucidez prevacacional y divertida, propone que nos lo tomemos con filosofía y buen humor y aprovechemos nuestra experiencia en "chiringuitos", esto cada vez lo parece más, para crear una empresa, Santones S.L., y montar una especie de chiringuito virtual e itinerante.

Igual tiene razón y es cuestión de tomárselo con sentido el humor. Yo, por si acaso la idea no es tan mala como parece a primera vista, ya he comprobado que la dirección web " santones.com" está libre. Puede ser el principio de un gran negocio.

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miércoles, 12 de septiembre de 2007

Viva el optimismo (Level 42, 2ª parte)

Acabo de leer el post anterior y es tan deprimente que no puedo evitar "contraprogamarme" a mi mismo.

Ese texto sólo era un pequeño juego literario sobre lo que me sugirió el 11 de septiembre (ayer). Ya sabéis que, desde hace unos años, es una fecha con una carga negativa evidente.

Primero se empeñó Pinochet en empezar a estropear las cosas y luego, en lo que supuso el salto definitivo a la fama del 11 de septiembre como fecha nefasta, tuvo lugar el atentado de las Torres Gemelas.

Por eso, a veces, se mezclan muchas cosas cuando llega este día y, desgraciadamente, no todas ellas son buenas.

Pero, como también sabéis algunos, el 11 de septiembre es una fecha muy especial para mí por otras razones y tiene algunas cosas, que no salían en ese "juego literario" del post anterior, y que sí que son buenas, muy buenas.

Desde aquí arriba también se ven cosas, personas, paisajes, ... que están muy bien. Hay rincones de este piso que son muy agradables y seguro que, en los siguientes, la cosa mejorará aun más.


Espero.


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Level 42


De repente, y casi sin saber cómo, me encuentro en el piso 42 de un gran edificio.

Demasiado arriba como para plantearme bajar, así sin más, sin ascensor o, al menos, sin una buena colchoneta que frene el impacto de la caída.

Demasiado arriba, también, como para no tener perspectiva y darme cuenta de lo que sucede alrededor y más abajo.

Creo que hay fuego o, por lo menos, hace un calor horroroso que va convirtiendo en un desierto todo lo que va quedando en los pisos inferiores.

Desde aquí arriba, sueño con un oasis que aparezca de forma casi mágica en los pisos superiores o, mejor aun, en este mismo, en la habitación contigua, a la que estoy a punto de entrar.

Por el momento, cada vez que abro una nueva puerta, sólo me recibe una nueva vaharada de calor.

Debe de tratarse de una pesadilla.

Espero.


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lunes, 27 de agosto de 2007

Vuelta

Estoy de vuelta y, en cierto modo, no he vuelto todavía del mundo ficticio en el que uno vive sus vacaciones.

Me siento como si estuviera dentro de una especie de sueño (¿pesadilla?), en ese estado semiconsciente en el que piensas que lo que está sucediendo no es real, pero, al mismo tiempo, te entra la duda de si no será eso la realidad.

Sospecho que, en unos días, me habré despertado completamente y algunos están haciendo ya lo imposible para que así sea.

Pero, ...

aunque sólo sea por el momento, ...

por favor, ....

¡déjenme soñar sólo un par de días más!

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jueves, 26 de julio de 2007

Cielo e infierno


Todos los años me sucede lo mismo.

Se acercan mis vacaciones y siento una espada de Damocles que las amenaza. Mientras otras personas de limitan a preparar con ilusión y cierta impaciencia sus vacaciones, yo empiezo a pensar que algo me las va a estropear a última hora. Que va a llegar el último día de trabajo y, de repente, alguna desagradable  sorpresa va a impedir que me vaya o que, si lo hago, no sea con toda la tranquilidad que me gustaría.

La verdad es que, al final, nunca suele pasar nada y, salvo contadas excepciones, llevo diecisiete veranos cogiendo mis vacaciones sin demasiados problemas.

Sin embargo, vale con que una cosa se tuerza una vez, para que, a partir de ese momento, no puedas acabar de creerte que las cosas van a salir bien esta vez.

Por eso, cuando finalmente empiezo con mis vacaciones y no ha pasado nada, siento sólo un ligero alivio: ha debido ser una falsa tregua pero la espada sigue ahí, colgada sobre mi cabeza y esperará el momento menos propicio para caerme encima.

Desde hace ya unos cuantos años, con la invención de los malditos aunque por otra parte tan útiles teléfonos móviles, es una amenaza real, que no tiene ningún pudor en hacerse presente mientras paseo por el campo o por un pueblo remoto. De repente suena el timbre del teléfono y no puedes evitar pensar que a lo peor llaman del trabajo. Y un par de veces o tres ha sido cierto. Además para cosas que realmente no eran tan importantes y que podían haber esperado a mi vuelta. A veces parece que quien sigue trabajando no acaba de entender que las vacaciones son sobre todo un estado de ánimo, frágil y delicado, y que basta una llamada inoportuna para romper la barrera invisible que has ido construyendo en los días que llevas alejado de tu vida cotidiana. De repente se hace un boquete y tu aislamiento, la paz mental que has podido acumular, hace aguas por todas partes.

A veces pienso que cuando mejor lo pasas es tres o cuatro semanas antes de las vacaciones, cuando empiezas a imaginártelas a saborear de antemano los pequeños placeres de no madrugar, de estar con la familia y los amigos, de sentarte al sol o a la sombra, de conocer cosas, de volver a visitar algunas que ya conoces y que guardas entre tus paisajes personales, ...

En cierto modo, en esos momentos ya tienes un pie en las vacaciones. Recuperas los buenos recuerdos de las pasadas y dejas a un lado los malos. Todavía no estás con la prisa de los últimos días por dejar las cosas en orden y lo más acabadas posible para alejar en lo posible el fantasma de las sorpresas de última hora.

En los últimos años, hay un nuevo problema.

Nunca he querido volver de mis vacaciones. No os voy a engañar ahora diciendo que yo era de esos niños que se alegraban los domingos por la tarde o que esperaban el mes de a septiembre con impaciencia. Ya os he hablado varias veces, alguna de ellas muy reciente, de que una de las cosas que más me gusta es el ocio en el sentido más auténtico del término, que es el de no hacer nada especial. Así que ahora no os vais a creer que alguna vez haya vuelto de las vacaciones con ganas o con ilusión.

Sin embargo, siempre había algo que endulzaba la situación. Primero, el encuentro con los amigos de clase. Después con los amigos del trabajo, con la vida un poco bohemia de mis primeros años en Madrid, incluso reconozco que llegué a encontrar placer en algunas de las cosas a las que me dedicaba en la universidad y, aunque poca, cierta ilusión en el trabajo que, unos años después, estaba haciendo, en el reto que suponía sacar adelante determinadas cosas.
 
Como os decía, desde hace unos años, cada vez mis amigos son menos compañeros de trabajo y más "amigos", aunque algunos sigan trabajando conmigo. Mi trabajo no me ilusiona lo más mínimo y sólo me parece un ladrón que roba el tiempo y las energías que debería dedicar a las personas y cosas que me gustan.

Desde hace poco más de un año, no sólo me falta ilusión, además me sobran las razones para sentir un rechazo real a todo lo que rodea a este "ladrón", salvo unos pocos amigos y algunos otros compañeros de trabajo, que sin ser amigos, son personas decentes, especialente en contraposición con otros especialmente indecentes que están por ahí.

Desde hace unos años y especialmente el último, además del miedo a que algo del trabajo se tuerza y no me deje disfrutar de las vacaciones tal y como estaba previsto, tengo la frustración de saber que, en el mejor de los casos, sólo serán eso. Unas vacaciones. Un espejismo temporal que tiene fecha de caducidad.

Aunque todo me vaya lo mejor posible, tendré que volver a la realidad después de haber tocado el paraíso y haber llegado a vivir en él durante unos días.

Antes volvía del cielo al purgatorio. Ahora se parece más a un infierno.

Menos mal que sigue habiendo algunos ángeles a mi alrededor.

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miércoles, 18 de julio de 2007

¿Descanso? ... Sí, aunque canse un poco


Sucede que en esta época del año, combinando la jornada intensiva con el hecho de que prestamos a nuestras hijas por unos días a alguna de sus tías (¡muchas gracias, por cierto!), debería tener mucho más tiempo de lo habitual para no hacer nada, que es una de las cosas que más me gusta.

Sucede que debo de tener algún gen que, según me voy haciendo mayor, me hace parecerme cada vez más a mi madre y buscar pequeñas ocupaciones excepcionales para cuando no tengo la presión del día a día, de tal forma que creo que he estado menos tiempo sentado en el sofá en los dos últimos días, que en los equivalentes de la pasada semana, en los que supuestamente estaba más ocupado.

Sucede que, siguiendo el ejemplo familiar que siempre he criticado,  he iniciado una especie de "cruzada veraniega por el orden y la limpieza" y he hecho cosas inverosímiles para cualquiera que me conozca, como ordenar un poco el trastero, aspirar y limpiar "al vapor" los asientos del coche, ... incluso alguna cosa más que ahora no recuerdo.

Sucede que no sé cómo la gente puede tenerle miedo al aburrimiento y la falta de actividad asociada al tiempo libre. Con los años, cada vez encuentro más fácil rellenar ese tiempo supuestamente libre de miles de actividades, que, aunque no son especialmente placenteras (bueno, confieso que algunas sí, y mucho), desde luego, sí que garantizan que no me aburra.

Sucede que esa constante confirmación de que tiempo libre no es sinónimo de inactividad o aburrimiento, me hace reafirmarme en una de  mis más firmes convicciones: el estado ideal del ser humano, o al menos el mío, es el de rentista (jubilado, pensionista o variantes, como la de ser directamente millonario). Seguro que, en el caso de llegar rápidamente a ese estado, se me ocurrirían miles de actividades, alguna incluso interesante, para rellenar el ocio sin tener que competir con el trabajo obligatorio.

Sucede que ... no me acaba de tocar la lotería para poner en práctica mi teoría y demostrar a todo el mundo que tenía razón.

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lunes, 9 de julio de 2007

Les parapluies de Cherbourg


Hace ya más de dos semanas disfruté de un compendio o cóctel de vida francesa francamente inmejorable (el mundo cosmopolita de París y el de ciudad de provincias de Cherbourg), que han confirmado determinadas intuiciones que ya tenía.

He decidido agrupar alguna de esas sensaciones o descubrimientos bajo un único "título paraguas" en el más literal sentido del término y, como ya viene siendo costumbre en mí, he robado el título prestado de una película francesa de 1964: Los paraguas de Cherburgo o, mejor en este momento afrancesado de mi existencia, Les parapluies de Cherbourg.

Estos son algunos de mis descubrimientos confirmados:
  • Que los franceses medios son las personas de este mundo que mejor dominan la técnica de parecer que hablan de las cosas más profundas y glamourosas cuando están hablando de algo tan cotidiano y vulgar como reparar el grifo del baño o verificar el horario del tren.
  • Que esta pose es contagiosa: al cabo de unos días hablando francés acabas teniendo la impresión de estar estirando los músculos de la cara más de lo recomendable y que se te pone esa cara de los franceses tan especial (¿de estirados?).
  • Que si una película, que se titula "Los paraguas de ...", está ambientada en una tienda de paraguas de Cherbourg es porque allí llueve todo el tiempo (a mí me llovió encima y con bastante saña) y a todo francés medio le parece lo más normal que haya una tienda de paraguas en esa ciudad y que sea un buen negocio.
  • Que, aparte de agua en forma de mar y más agua en forma de lluvia, no hay mucho más en esa ciudad.
  • Que los franceses son capaces de aprovecharse mejor que nadie del glamour casual o sobrevenido y, además de vender, por ejemplo, visitas guiadas al túnel donde se estrelló Lady Di, son capaces de crear paraguas con denominación de origen Cherbourg (en serio) e intentar colocártelos a 100 € la unidad, sólo porque Catherine Deneuve hizo allí una película con paraguas.
  • Que París junto al Sena es muy parecido a una postal sobre París.
  • Que, si nos fiamos de lo que se ve en el aeropuerto de Orly, Disneyland París y el resto de los parques de atracciones del entorno (como Asterix) deben de estar llenos de españoles. Bastante jóvenes y gritones, por cierto.
  • Que las estaciones de tren tienden a ser un poco tristes y destartaladas, incluso en Francia.
  • Que en el metro de París puedes ver al mismo tiempo unos pasillos y andenes cutres y un coro de aspecto de aspecto tirolés, con más de una docena de integrantes limpios, bien alimentados y vestidos con sus mejores galas y cantando como si fuera en serio, acompañados de una tarjeta bien visible con la correspondiente autorización municipal para estar allí.
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Había más cosas, pero ahora no las recuerdo. Además, serían tan poco serias como éstas.

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viernes, 6 de julio de 2007

Madurez creativa

Siempre he pensado que los autores que ya han llegado a determinados niveles de calidad con sus obras y, además, han ganado suficiente dinero con ellas para no necesitar urgentemente publicar cualquier cosa para poder vivir, tienen la obligación de no prodigarse demasiado y seleccionar muy bien lo que van a publicar antes de hacerlo.

No sería la primera vez que una carrera literaria con una primera o primeras obras muy prometedoras, se hunde por una continuación mediocre.

Es mejor reposar, volver a acumular suficiente creatividad y trabajo para que la segunda y siguientes obras estén a la altura de las primeras o, en el peor de los casos, no queden muy por debajo. Así se alcanza una madurez creativa que garantiza la duración del respeto y quizás admiración por parte de tus lectores.

Lo que es absurdo es que aplique ese criterio a mí mismo: ni he alcanzado ese nivel de calidad creativa, ni tengo un público al que no deba defraudar (o por lo menos es un público tolerante, espero).

Llevo unos cuantos días, ya semanas, sin escribir nada en este blog porque no se me ocurre nada que esté a la altura de uno o dos post de los escritos anteriormente y de los que me siento satisfecho (sólo un poco).

Supongo que lo bueno de un blog es que uno no está construyendo una obra literaria en un sentido estricto. Se parece más a un cuaderno de borradores en el que uno va poniendo cosas y que puede llegar a borrar en caso de necesidad o de "vergüenza sobrevenida". Como muchas otras cosas en esta cultura actual, es "de usar y tirar". Ese es parte del encanto de este medio, porque te da una libertad que no puedes despreciar, aunque sea un poco cercana a la irresponsabilidad creativa.

En cierto modo me debo a mi lector (y lo digo en singular porque hay muchos días en que sólo tengo una visita) y me imagino que tiene que ser muy frustrante asomarte todos los días a una página en la que no pasa nada.

Lo que me propongo hacer es algo parecido a lo que sucede en esa situación triste y algo humillante de cuando nadie se acuerda de felicitarte por tu cumpleaños o por Navidad. Cuando te llega la "felicitación mercenaria" de unos grandes almacenes o de el banco, en cierto modo, te sientes un poco menos olvidado. Es verdad que no es ni la mitad de buena que las felicitaciones de calidad, las de las personas a las que quieres y que sabes que lo hacen con sinceridad. Pero ese sucedáneo es un consuelo, aunque desvirtuado, y es mejor que nada.

Así que he tomado la decisión de escribir cualquier cosa y llenar de posts este blog moribundo: cosas breves, ocurrencias sin desarrollar, simples frases, ...

Se parecerán un poco a esos sucedáneos de los que estoy hablando, pero os pido comprensión.

Al fin y al cabo, tengo la ventaja de que sólo soy una "promesa literaria" que no ha llegado a su "madurez creativa".

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lunes, 18 de junio de 2007

Atrapado en el tiempo 2

Vuelve a ser un lunes de relativa derrota.

No es que me importe mucho el fútbol, de hecho no me interesa más que muchas otras cosas sin las que podría vivir y no sentir ninguna carencia. Sin embargo, no me gusta ver como el Real Madrid gana una liga y despierta los peores instintos o tendencias "madriles" de algunos de mis más infectos conciudadanos. Especialmente si, el mismo día, la hazaña épica del Athletic es sobrevivir y evitar caer en la humillante segunda división.

Tampoco es nada agradable ver que en mi pueblo, el de verdad, unos concejales electos no hayan querido o no se hayan atrevido a ir a recoger sus actas de concejal porque los de siempre, que creen estar por encima del bien y del mal, vuelven a ejercer su amenaza mafiosa, que es el lenguaje que mejor dominan.

Tengo que unir eso a un sopor mental digno de mayores esfuerzos y vuelvo a encontrarme en un estado muy similar al de hace ya tres lunes (aquel que describía en el post de "Atrapado en el tiempo" y que, os recuerdo, era un lunes post electoral):

- Han ganado los otros (por el tema 1).

- Sigo sin entender lo imbécil que puede llegar a ser la gente y extiendo mi frase de entonces, "no parece que haya solución para los madrileños", a "tampoco parece que haya solución para algunos (desgraciadamente bastantes) de mi pueblo" (esto se aplica al tema 1 y al 2).

- Además, vuelvo a sentirme como una marmota (esto se aplica a mí mismo).

- Finalmente, pero lo más importante de todo, ¿por qué no me ha tocado el Gordo tampoco este domingo? (esto puede aplicarse a mí, mi familia y otros allegados, que se habrían visto beneficiados por mi repentina riqueza).

Como veis, como los peores directores de cine, estoy haciendo un remake malo de un original malo. Si no fuera porque alguna de las cosas que digo son muy serias, hasta parecería una mala parodia. Desgraciadamente, no alcanza a ser comedia, como mucho tragicomedia.

¿Será esta repetición de estado anímico un castigo por haber escrito aquel post irrespetuoso sobre historias que se repiten?

Ya se sabe que es muy peligroso jugar con las palabras. Supongo que todavía es más peligroso si se trata de palabras que, así puestas unas junto a otras, son títulos (igual infrinjo hasta derechos de autor y viene algún abogado a demandarme).

Pero, si no jugamos con las palabras, ¿con qué vamos a jugar?


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lunes, 11 de junio de 2007

Micro-post

Esta semana me temo que no estoy ni para mí mismo. El trabajo ha recuperado su perfil más "ladrón" de tiempo, incluyendo mi supuesto tiempo libre (ando un poco asfixiado, pero no puedo hablaros de trabajo, así que no puedo daros más detalles).

Creo que, por lo menos hasta el miércoles, no voy a escribir nada mejor que este micro-post.

Tendré que planificar alguna venganza terrible y hacer un post sesudo y de varios cientos de líneas tan pronto como pueda recuperar aire .

¿O preferís los posts cortos?

Es que, con visitantes que no opinan, nunca se sabe cómo acertar.

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lunes, 4 de junio de 2007

Vida interior, naturaleza y braseros


Éste es un post que he empezado a escribir varias veces y en varios soportes (papeles sueltos, en un fichero previo, aquí) y que, hasta ahora, no había conseguido acabar. Incluso ahora no estoy seguro de si lo estoy acabando o, simplemente, me libro de él para no tener que seguir dándole más vueltas. Supongo que hay algo de pudor en esa dificultad para ponerlo por escrito. Me temo que es un poco más poético o sentimental de lo habitual y, lo confieso, me da un poco de vergüenza dejároslo leer.

La situación que describe ocurrió hace ya unas semanas y estaba esbozada en unos papeles sueltos que escribí entonces, pero se quedó sólo en esbozo. El problema es que los papeles andaban pasando de un bolsillo a otro desde entonces, sin que me decidiera a tirarlos. Así que, al final, he tomado la decisión de volver a intentarlo.

Se trata de un fin de semana que fue en si mismo una contradicción. Salíamos huyendo de un compromiso familiar (la típica comunión de una prima segunda a la que te invitan por compromiso) y nos encontramos cumpliendo con otro diferente. Aunque éste último era bastante más agradable de cumplir que aquel del que huíamos. Se trataba de la visita anual a las tías (y el tío) de A.

Pero está es sólo la primera de las contradicciones del fin de semana. Hubo más.

Una vez que te alejas del barullo de la carretera de La Coruña, se trata de un bonito viaje, especialmente desde Ávila y que aun mejora según te acercas al tramo final, en el que te encuentras bordeando la zona de Gredos. Si, como era el caso, te encuentras en plena primavera, el paisaje de sierra y dehesas, de encinas en flor y de todo tipo de plantas llenas de flores silvestres, intercaladas con enormes y caprichosos bloques de granito, todo al lado de una carretera a veces hasta menos que rural, tiene un encanto muy difícil de describir pero muy seductor.

Por lo tanto, el fin de semana empieza bien. Paramos en Piedrahíta, que es un pueblo con bastante encanto. Paramos también a "hacer pis", en medio del campo y sólo un kilómetro después, como suele suceder si viajas con niñas en edad de molestar. Nada diferente de lo habitual.

Es una pena que el final del trayecto baje bastante la media. El destino es un pueblo situado en un entorno natural privilegiado, pero que ha sabido crecer de espaldas a él. El resultado es, en algunas zonas del pueblo, mediocre y sin demasiado encanto y, en la mayor parte de él, directamente feo. Yo suelo decir que "murió de éxito". La riqueza, unida al mal gusto, tiende a producir un crecimiento urbano destructor y muy feo. Esto es más grave si uno tiene en cuenta que sólo con salir un poco al campo o a los pueblos, más pobres, de los alrededores, la cosa mejora espectacularmente.

Ésta es la segunda contradicción. Un sitio bastante feo, con un entorno natural especialmente bello.

Pero éste estaba destinado a ser un fin de semana de contrastes, así que continuaron las contradicciones, alguna de ellas menores, como que el sol primaveral dejó paso a unas tormentas que, sin previo aviso, convirtieron las calles en torrentes de montaña.

Pero entre todas ellas, destaca una que he sentido casi siempre que he estado por allí y que esta vez, creo que ayudada por el clima, sentí todavía con mayor intensidad.

Por una parte allí tengo una sensación muy fuerte de lo que puedo llamar "vida interior". No hablo de una sensación mística o de una profunda reflexión filosófica. Hablo más bien de una sensación de encierro. Una vida de mujeres mayores, encerradas en sus casas la mayor parte del tiempo. Atrapadas en sus recuerdos, en sus costumbres, en sus rutinas cotidianas y oscuras, en sus propias limitaciones físicas, en el tipo de ideología, de creencias, de vida que les han enseñado a vivir.

No puedo evitar sentir cierta claustrofobia. Una necesidad, sorda pero constante, de salir de allí y, al mismo tiempo, una sensación liberadora al saber que yo sólo estoy allí de paso, que esa no es la vida que me ha tocado en suerte.

Por otra parte, allí me resulta muy fácil contactar con la vida que está en el exterior, con la Naturaleza (así, en mayúsculas, como la escriben algunos panteístas). Sólo necesito salir a dar un paseo por la dehesa o hasta la orilla del "río", que en realidad es un embalse. Entonces, todo es abierto, luminoso, libre, ... Esta sensación sí que tiene algo de metafísico o espiritual. El campo abierto, la naturaleza un poco salvaje, el silencio ruidoso de los insectos y los pájaros, la primavera (o el verano o el otoño) adueñándose de esos espacios castellanos, ... Tumbado en la hierba, recostado contra un árbol o una roca, con todos los poros de la piel muy abiertos, podría dejar pasar las horas muertas respirando esa paz, esa sensación de plenitud, de libertad, de eternidad que sólo la naturaleza tiene.

Pero, incluso en esos momentos, no puedo evitar sentir cierta ansiedad. Una angustia, suave pero también constante, al saber que no puedo quedarme allí, no necesariamente en ese campo o en ese pueblo, pero sí pegado a ese mundo natural y auténtico. Al saber que yo sólo estoy allí de paso, que esa no es la vida que me ha tocado en suerte.

Ahora se me viene al recuerdo una de las primeras sensaciones que recuerdo de esas visitas. Debía de ser invierno, otoño o una primavera más temprana que la de esta última vez, porque hacía más frío, al menos dentro de las casas. Y recuerdo el interior de las casas porque allí se producía otra gran contradicción. La provocaban el brasero y la mesa camilla combinados con la temperatura relativamente baja del interior de las casas. Conseguían dejarme los pies ardiendo y la espalda helada. Todo al mismo tiempo.

En cierto modo, ese "calor frío" o ese "frío cálido" tenían algo de simbólico o premonitorio que entonces no supe percibir.


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lunes, 28 de mayo de 2007

Atrapado en el tiempo

Siguen persiguiéndome los títulos con mensaje oculto.

Hace unos días volví a oír hablar de una película intrascendente, que recuerdo haber visto en un autobús hace ya muchos años y que había olvidado por completo. Se trata de Atrapado en el tiempo, con Bill Murray y, la entonces guapísima, Andie MacDowell. No me atrevo ni a recomendarla ni a no hacerlo, ya que confieso que no dejó en mí ninguna huella.

Supongo que será la película perfecta para verla en casa, después de comer y cuando la digestión haya reducido el riego sanguíneo del cerebro lo suficiente como para que te dé lo mismo ver un documental sobre el románico palentino, un programa de cocina, un culebrón o una película intrascendente.

Conozco ese estado físico-mental y me parece altamente recomendable no intentar ver o hacer nada profundo en esos momentos: podría tener peligrosos efectos secundarios no descritos en la actual literatura médica, pero no por ello menos dañinos.

Como, por una imprevisible carambola, esa película ha venido desde el "Emule" a mis manos (aunque parezca surrealista, estaba de relleno en un DVD que me pasaron con Babel ), es posible que próximamente ponga en práctica la teoría de que verla puede ser una buena opción para esos estados de baja actividad cerebral posteriores a la comida del sábado o domingo. Ya os contaré si ha funcionado.

(Por cierto, parece menos surrealista que Atrapado en el tiempo y Babel estén en el mismo lote, si uno conoce a los personajes culpables de ese "mestizaje". No puedo hablaros de ellos porque eso sería hablar de trabajo y ese es un tema prohibido en este blog, salvo caso de necesidad extrema.)

Ahora vuelvo a lo mío, que es que esta película me sirve para reflejar la sensación que he tenido al conocer los resultados en Madrid de las elecciones de ayer. No sé si lo sabéis o recordáis, pero la historia de Atrapado en el tiempo se basa en que su protagonista, por "arte de magia", se encuentra con que un mismo día se repite sin que avance la fecha. Como dato complementario, os recuerdo que se trata de El día de la marmota, que, por cierto, es el título original de la película.

Recuerdo que la mayor (¿o la única?) alegría que me supuso empadronarme en Madrid era la posibilidad de votar "contra Manzanares", como decíamos Mk. y yo, hablando del ínclito Álvarez del Manzano.

Desde entonces han pasado varias convocatorias electorales y continúa sin haber forma de librarse de que los alcaldes de Madrid y los presidentes de la Comunidad sean del PP.

Si el caso del alcalde mejoró un poco (pero muy poco) al cambiar a Álvarez del Manzano por Ruiz-Gallardón, el del presidente de la Comunidad, empeoró aun más, al traernos a la inefable e insufrible Esperanza en el lugar de Ruiz-Gallardón.

Hoy lunes, cuando me estaba despertando y oía en la radio que mis ilusiones de cambio no sólo no se habían cumplido, sino que incluso el PP había mejorado en sus resultados, no he podido evitar esa sensación de estar atrapado en el tiempo. Es como si la misma mañana post electoral se repitiera una y otra vez.

No parece que haya solución para los madrileños, que parecen dispuestos a votar a la derecha de forma indefinida.

Al mismo tiempo, no sé si por culpa de la hora o del día ... también me he sentido en El día de la marmota. Como veis, en un alarde de esnobismo, me he identificado tanto con la versión original-traducida como con la traducida-adaptada del título.

¿Tendré que hacérmelo mirar?


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jueves, 17 de mayo de 2007

Los paraísos perdidos.


Hace ya unos cuantos días, por casualidad, me llegó una noticia que hablaba del director de cine Basilio Martín Patino y que tenía uno de esos enlaces que no puedes dejar de pulsar. En este caso era a su página web personal, en la que, entre otras, se hablaba de una película titulada Los paraísos perdidos.

No sé por qué, pero últimamente me encuentro con títulos de libros o de películas que me sugieren cosas que conectan directamente con otras de mi vida cotidiana y que parecen propuestas para posts como éste. Parece como si hubiera creado, sin querer, una sección Los títulos de mi vida.

No recuerdo haber visto esa película. Por lo que dice su ficha, habla de una mujer que vuelve, muchos años después, al territorio de su infancia y se reencuentra con los lugares y personas que compusieron su entorno antes de su marcha, en este caso al exilio. En este contexto reflexiona, imagino que con mucha nostalgia, sobre "los paraísos perdidos".

Como decía Jorge Manrique, a veces parece que "todo tiempo pasado fue mejor" o que los únicos paraísos posibles son los perdidos. Algunas veces perdidos incluso antes de conseguirlos. Serrat también dice en su canción Lucía que "no hay nada más bello que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí".

Parece como si hubiera una confabulación de poetas, cantantes y cineastas para hacernos creer que el paraíso está en nuestro pasado, en las cosas que hemos ido dejando atrás, en nuestra infancia, .... Se trata de un eslogan, que diríamos ahora, que tiene mucho éxito desde el principio de los tiempos. Por lo menos desde que existe la literaruta.

Todos sabemos que, en el fondo, es falso. Que en el pasado hemos tenido episodios tan desagradables, aburridos o tristes como alguno de los actuales. Y que, las que ahora parecen pasadas etapas de felicidad perfecta, no lo eran tanto. Por ejemplo, antes y al lado del primer beso adolescente, hay todo tipo de incertidumbres, miedos, ... hasta situaciones ridículas. La distancia y la nostalgia tienden a hacer que sólo recuerdes el beso y que olvides el resto de las situaciones vitales que lo rodearon y que, en realidad, fueron mucho más largas.

Algo parecido me sucede (creo que no sólo a mí) en mis periódicas visitas a mi paraíso perdido particular: mi pueblo, mi familia, ... . Recupero sólo la parte bonita de todo ello. Para mí es un lugar en el que siempre es fiesta o se está de vacaciones, casi siempre el clima resulta un alivio comparado con el que dejo en Madrid, me siento querido y acompañado por la familia, ... En resumen, casi sin quererlo, me fabrico una imagen idílica (tipo "fueron felices y comieron perdices") de la que no consigo librarme del todo a pesar de las dosis de realismo que intento aplicar.

Resultado: cada vez que salgo de allí con destino al previsible atasco de vuelta y al trabajo de los días siguientes, no puedo dejar de tener esa terrible  sensación de, una vez más, estar siendo expulsado del paraíso.

Sé que es una sensación engañosa, que el paraíso al que cualquiera puede y debe aspirar está en su futuro. Que, cosa que me gustaría especialmente, puede estar allí, cerca de mis orígenes y mi familia,  o en otro sitio. Que lo del pasado y la nostalgia son una especie de ilusión óptica, un ... engañabobos.

Eso lo sé, pero lo otro lo siento.

Deben ser muchos años de promoción de los dichosos "paraísos perdidos", pero cuando leí el título de la película, no pude evitar sentirme identificado.

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lunes, 14 de mayo de 2007

Ausencia

Está claro que, para las actividades cotidianas, es mucho más productivo un entorno de normalidad.

Por si a alguien le había entrado la duda, no he abandonado este blog. Lo que sucede es que, durante unos días, he estado fuera de mi entorno habitual y se me han complicado un poco las cosas.

Se trata de ese tipo de "complicación" tan pernicioso para alguien como yo y del que ya hablaba en un post anterior. Consiste en que, como no encuentro el momento perfecto para pensar o escribir, voy dejándolo para otro rato en el que todo parezca más fácil. Como ese momento no acaba de llegar, resulta que descubres que han pasado diez días y no has escrito nada de lo previsto, a pesar de haber empezado varias veces a hacerlo y tener incluso alguna ¿buena? idea para un verdadero post.

Por el momento sólo hay esto: un "texto de circunstancias" para asegurarme de que mis pocos, aunque muy fieles, visitantes aguanten este periodo de sequía creativa.

No os prometo nada mejor en un periodo breve, ya que hoy vuelve a ser "lunes-viernes" en este mes de mayo madrileño tan festivo. Estas semanas alternativas, tan buenas para la salud, son muy malas para mi creatividad literaria.

Va a ser que necesito trabajar cinco días seguidos y en un mismo sitio.

Voy a tener que hacérmelo mirar.


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viernes, 4 de mayo de 2007

¿"Semana blanca" o "semana en blanco"?

Ésta es una de las mejores semanas posibles si trabajas en Madrid, incluso aunque no tengas puente, como ha sido mi caso.

Por el precio de una, tienes dos semanas, cada una con su correspondiente fin de semana y con la increible cantidad de días laborables de uno, en su variante más corta, y uno y medio (los viernes "de verdad" no trabajo por la tarde), en su variante larga.

Ayer quería patentar este formato de semana y hacerlo obligatorio para siempre, aunque pensaba que quizá resulta más funcional si los colegios sí que abren los "fines de semana irregulares". De esta forma nos dejarían a los "sufridos padres" disfrutar realmente de nuestro "merecido" tiempo libre.

Sin embargo me surge una pequeña duda: ¿Si esta "semana-con-doble-fin-de-semana" es tan estupenda, por qué tengo la sensación de que no he tenido tiempo de hacer nada, ni en el trabajo, cosa previsible, ni fuera de él? En cierto modo, lo que iba a ser una "semana blanca" (como aquella que se cogían o cogen los estudiantes "modernos" para ir a a la nieve) se ha convertido en una "semana en blanco".

Hoy estoy pensando que la clave está en que el modelo de semana es mejorable: yo (y mis amigos y familiares directos, salvo niños) estaríamos siempre de fin de semana y los demás trabajando, cada uno según su capacidad o necesidad.

Es más divertido el ocio cuando, para los demás, es un día laborable normal.

Por otra parte, esas pequeñas pausas en el ocio para ir a trabajar no le dejan a uno centrarse en lo importante. Por ejemplo, hasta hoy no había encontrado un hueco para escribir este post.

Definitivamente, hasta lo bueno es mejorable. Aunque, si no hay más remedio, estaría dispuesto a probar este modelo unas cuantas semanas más, para ver si le voy cogiendo el tranquillo.

El periodo de prueba podría ser ... ¿desde hoy hasta el final de 2050?

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martes, 24 de abril de 2007

Primavera con una esquina rota

Hay libros que se merecen, sólo por el título que tienen, que uno los compre o, al menos, los abra e intente leerlos.

Uno de los mejores casos que recuerdo es uno de Mario Benedetti que se titula "Primavera con una esquina rota". Confieso que no recuerdo gran cosa de lo que cuenta, pero sí que me gustó mucho cuando lo leí (gracias a N. que me lo sugirió y prestó). Por lo tanto, me atrevo a recomendarlo, aunque sin poder dar muchos detalles.

Lo que nunca he olvidado es el título. Me parece que describe, de una forma difícil de mejorar, una sensación que a todos nos asalta de vez en cuando. Como, por ejemplo, hoy mismo.

Resulta que, hace un par de días, había decidido escribir un post sobre la primavera, vitalista, positivo, lleno de ilusión, ... Creo que es sano pensar y escribir de forma optimista de vez en cuando. Probablemente ayuda a ser más feliz.

Todo empezó cuando los pasados días había ido disfrutando esa sensación liberadora que produce el poder vivir con las ventanas abiertas. Especialmente en una ciudad como Madrid, en la que el invierno y el verano son tan hostiles que te obligan a vivir la mayor parte del tiempo con las ventanas y puertas cerradas para protegerte del frío y del calor. En estas pocas semanas de verdadera primavera y algunas del otoño, uno puede dejar las ventanas abiertas, salir a la calle, sentarse al sol, ... sin miedo a congelarse o a asarse. Además, las plantas crecen a toda velocidad y echan flores. Es un gusto estar en la calle o, en mi caso, simplemente en la terraza.

Aunque estés en una gran ciudad, en cierto modo, te llega esa sensación de plenitud y de cercanía con la naturaleza de la que llevan hablando los poetas por lo menos desde el "Beatus ille" de Horacio. Te sientes un poco más cerca de la tierra y más lejos del mundo, algunas veces tan hostil.

Desgraciadamente las cosas, aunque puedan parecer perfectas, casi siempre tienen una "esquina rota" (o varias, algunas veces).

Esta primavera tan luminosa y agradable, también es la época en que se despiertan parte de los fantasmas con los que les ha tocado convivir a algunas de las personas a las que quiero.

Unos son relativamente inofensivos, como la "preocupación estacional" por los kilos de más en la cintura, ahora que uno empieza a imaginarse en bañador.

Otros de esos fantasmas son más difíciles de sobrellevar, como las alergias o la desgana existencial (llámese tristeza, malestar, astenia primaveral, ... depresión). También ellos son los reyes de la temporada.

Quizá somos tan urbanos que ya hemos perdido una parte de nuestra capacidad de disfrutar de la naturaleza sin efectos secundarios o que la cosa no es tan sencilla y, como se empeña en decirme esa sensación de la que os hablaba,  la primavera, el verano, el otoño o el invierno casi siempre tienen alguna esquina rota.

Habrá que intentar agarrarse a las que están intactas ¿no?


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martes, 17 de abril de 2007

Sana envidia

Confieso que soy un envidioso.

En mi descarga, tengo que decir que, dentro de lo que cabe, siento una variante sana y saludable de la envidia. En lugar de odiar a las personas a las que envidio e intentar que dejen de hacer o de disfrutar aquello por lo que las envidio, lo que hago es admirarlas un poco y, en algunos casos al menos, intentar hacer también yo lo mismo.

Y hablo de hacer, más que de tener. Es verdad que me encantaría tener algunas cosas que tienen otras personas (dinero, casas, coches, trabajos, ... suerte), pero lo que envidio de verdad son las cosas que algunas personas son capaces de hacer a base de su esfuerzo, creatividad o valentía personal.

Por ejemplo, envidio a las personas que escriben novelas o canciones que me gustan. A los que las cantan. A los que hacen películas. A los que pintan. A los que hacen (y conservan) amigos con aparente facilidad. A las personas que saben expresar en cada momento aquello que hace falta. A ...

Pero a las que más envidio (insisto que de manera muy sana) es a las personas más cercanas a mí y que, calladamente a veces, tienen la habilidad, valentía, el humor o la santa paciencia de hacer cosas que a mí me gustaría haber hecho y, por torpeza, cobardía, desgana o falta
de constancia, no he hecho, a pesar de que probablemente eran cosas que estaban a mi alcance.

No hablo, en general, de grandes retos. Hablo de cosas alcanzables, incluso relativamente fáciles.

Hace poco escribía sobre un escritor que conozco y sobre su última novela. Ese es un buen ejemplo de la gente a la que envidio. Gente normal, que podría ser como yo. Alguien que un día se propuso escribir una novela y, en lugar de posponerlo y dejarlo para otro momento en que todo le venga mejor, tuvo la valentía de ponerse hacerlo. Le salió mejor o peor (en este caso bastante bien), pero eso no es lo más importante. Lo que realmente importa es que quería hacerlo, era capaz de hacerlo, aunque requiriera un esfuerzo, y tuvo la osadía de
intentarlo.

Otro buen ejemplo es A. Un día se propuso hacer un blog (tantaka) y, uno detrás de otro, fue escribiendo todo tipo de posts, ácidos o más dulces, tristes o más alegres, más cortos o más largos, ..., divertidos la mayoría y, sobre todo, muy "de verdad". El resultado es muy coherente y, me consta, muy bien valorado por las personas que lo leen.

Confieso que el factor definitivo para hacer este blog fue la envidia de lo que A. había hecho. Hace ya casi dos años yo mismo ya había empezado otro blog que sólo tuvo su post fundacional. Nunca tuvo su continuación, porque la fui posponiendo, dejándola para el día siguiente, hasta que la cosa dejó de tener sentido.

Está vez empecé de nuevo por "sana envidia" y creo que, por esa razón, la cosa va más en serio. Con ésta, ya tengo diez "continuaciones" y estoy empezando a cogerle el gusto ... o a perderle el miedo. No sé cuál es la frase que describe mejor este estado.

Como veis, algunas veces la envidia es sana.


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miércoles, 11 de abril de 2007

Extraños en un tren

Aunque pueda parecerlo por el título, no voy a hacer una nota sobre la película de Hitchcock o la novela de Patricia Highsmith.
Por si alguno no se acuerda, os la recuerdo.
Se trata de esa historia en la que dos extraños se encuentran en un tren y uno de ellos propone al otro (que en este caso sería yo) cometer un asesinato cruzado. Cada uno de ellos asesinaría a alguien que le molesta al otro y nadie sospecharía de ninguno de ellos. El otro, no se lo toma muy en serio y cree que la cosa ha acabado ahí. Pero un tiempo después descubre (descubro) que la cosa iba en serio y que su interlocutor en el tren era un asesino de verdad.
En el caso de este post, el título sólo es una referencia un tanto cinéfila a una sensación que he tenido varias veces y, en una de las últimas ocasiones, de una forma especialmente intensa. Aunque, hasta ahora, sólo se habían parecido de forma muy remota a la situación de "Extraños en un tren".
Estoy con una persona en una situación relajada y de aparente cordialidad. Podríamos parecer (incluso ser) amigos o, por lo menos, pasar por personas que tienen una relación estrecha entre sí. Si no amigos, al menos viejos conocidos. Detrás de un cristal o vistos a través de una ventanilla de tren daríamos la imagen perfecta.

Sin embargo, debajo de esa apariencia de cordialidad y proximidad, nos comportamos como lo que somos, unos verdaderos extraños que no tienen la valentía necesaria para romper el engaño. Es como si los dos supiéramos que, al deshacer el hechizo creado por esa apariencia de amistad, todo se iría por los suelos y, desnudos de prejuicios y disfraces sociales, no quedaría más remedio que dejar de hablar inmediatamente y marcharnos cada uno por nuestro lado. Quizá sin despedirnos. En el fondo, no tenemos nada que decirnos, ni ganas de hacerlo.
Es una situación muy desagradable. Da frío. Como en la historia, a veces llegas a la conclusión, de que no sabes nada de la otra persona o, al menos, de cómo es ahora.
Con los años, uno aprende a tener ese tipo de relación falsamente cordial con gente con la que sólo tiene una relación muy superficial, muchas veces por trabajo. Supongo que es parte del oficio de hacerse mayor y, en general, no pasa nada. No me afecta mantener esa ficción. Al fin y al cabo, se trata de trayectos muy cortos, de tren de cercanías o de metro.
Cuando te sucede con una persona con la que sí que has compartido muchas cosas y hasta se podría decir que sois amigos, la cosa es diferente. En estos trayectos de largo recorrido, no puedes evitar buscar un culpable, una especie de traidor, algo que lo explique todo.
En tu interior surge la pregunta: ¿quién o qué ha hecho que las cosas dejen de ser como eran?
Al mismo tiempo surgen respuestas y, con ellas, los culpables.
Normalmente tienden a ser el tiempo y la distancia, combinado con amistades tuyas o suyas o estilos de vida incompatibles con el mantenimiento de esa relación. No pasa nada. No hay un culpable claro. Sólo hay una pérdida, la mayor parte de las veces irreparable.
Algunas veces simplemente descubres que no se ha perdido nada. Nunca lo había habido. La amistad nunca ha existido y sólo se trataba de una ficción como la de ahora, pero te ha faltado lucidez para verlo hasta este momento.
Otras veces sí hay un culpable. Un traidor.
Éste es el caso que me ocupa hoy. La última vez que me ha pasado, ha sido él el que se había convertido en un "asesino" o quizá ya lo era cuando nos conocimos en aquel "tren". Él era un extraño cordial, simpático incluso, que parece que creyó que yo era o podía llegar a ser un "asesino", como él.
Yo, al principio, no podía llegar a creer que la cosa fuera en serio, aunque ya entonces empecé a tener muchas dudas. Desde hace algún tiempo, ya no me queda ninguna duda: él era ya un "asesino" (¿sólo en potencia?) ya desde el principio.
Una vez más, estamos en un compartimento de tren y esta vez somos ya, sin ninguna duda para ninguno de los dos, una par de "extraños en un tren". La diferencia es que ahora, ninguno de los dos es inocente. Yo soy más sabio (son las ventajas de la edad y la experiencia). Él se ha puesto en evidencia varias veces después de aquella primera vez. Ya no queda ninguna duda de hasta dónde puede llegar.
Para poder mantener la ficción de cordialidad necesaria para representar esta escena, él no tiene más remedio que desviar la mirada. Se nota que tiene miedo de que sus ojos revelen lo que la
conversación intenta ocultar. Elige las palabras con cuidado y sólo me mira cuando es imprescindible. Nunca de frente. Sabe que es un traidor, el "asesino real" que hacía falta en esta historia. Sobre todo, sabe que sus ojos pueden traicionarlo y hacer que la ficción sea insostenible.
Lo que no sé si sabe es que ya hace mucho tiempo que no me puede ocultar nada. Hace mucho tiempo que sé lo que piensa y hasta dónde puede llegar. Sé que él es el verdadero "asesino" de esta historia. Afortunadamente, nunca, ni por un momento, llegué a creer que fuéramos amigos y hace ya años que no tengo nada que decirle, ni ganas de hacerlo.
Seguimos manteniendo la ficción de la charla cordial una vez más. Pero está claro desde el principio que somos dos "extraños en un tren".
Él quizá sienta el frío en la espalda que dejan estas situaciones. Yo no siento ni frío ni decepción.
Sólo hastío y prisa por salir de este compartimento.


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miércoles, 4 de abril de 2007

Vuelvo a estar solo

No estoy seguro de que haya sido una buena idea poner un contador de accesos a mi blog.

Es el que me ha hecho comprender que vuelvo a estar solo.

La pasada semana tuve un éxito repentino, que, por un momento, me creó una pequeña crisis de identidad editorial al tener que pensar en una audiencia "masiva" de unas veinte visitas en un solo día. Pero ahora todo ha cambiado. Creo que ayer no pasé por aquí más que yo mismo. Y hoy vamos por el mismo camino.

Me consuela pensar que ésta es una semana un tanto rara y algunos de mis posibles visitantes no están en sus casas o puestos de trabajo, pero eso no impide cierta sensación de fracaso. Los suecos, por poner un ejemplo, no han vuelto nunca después de aquella primera visita accidental. Además, ningún visitante ha dejado ningún comentario (reconozco que yo tampoco suelo hacerlo cuando visito otros blogs, aunque me guste o interese lo que leo).

Se supone que yo había hecho este blog para probar y, sobre todo, para mí mismo. El que alguien lo leyera no entraba en mis cálculos iniciales.

Ahora me estoy dando cuenta de que igual sí que quería que alguien lo leyera y que ese era el objetivo último de crearlo. En el fondo, va a resultar que, detrás de nuestra aparente timidez para escribir cosas y hacerlas públicas, lo que hay es un miedo terrible a que no le interesen a nadie y hacer así el ridículo más estrepitoso, que es ofrecer cosas que no le interesan a nadie.

Debe de ser que somos más vanidosos de lo que nos gusta reconocer y que a todos (o a casi todos) nos gusta recibir eso mismo que nos avergüenza un poco cuando lo recibimos de forma muy ostentosa: el "calor del público".

Creo que debería dejar de mirar el contador. Me produce muy mal efecto. Me pongo profundo y aburrido (¿y un poco pedante?).

Lo que sí pienso seguir haciendo es escribir posts para este blog.

Ahora ya es una cuestión de ... principios.


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martes, 3 de abril de 2007

Por tu cuerpo (un fragmento de Piedra de Sol)

Sigo con la lista de asuntos pendientes y hoy le toca a los contenidos poético-musicales.

Hace unos días volví a escuchar, en cierto modo de manera casual, una canción que allá por los primeros noventa (¿año 1990 o 1991?) escuchaba todas las semanas y en muy buena compañía. Esa compañía incluía a unos cuantos buenos amigos y amigas y al propio interprete, Luis Pastor, que actuaba todos los jueves en el Café del Foro, en Madrid. Se trata de un local relativamente pequeño, por lo que, aunque estés de pie en la barra, estás al lado del escenario y te sientes, en parte, protagonista de lo que está pasando.

Luis Pastor (http://www.luispastor.com/) no ha sido nunca un cantautor de masas, aunque tuvo cierta popularidad hace ya muchos años. Ya en estos primeros años noventa en que yo lo conocí de cerca era una vieja gloria venida a menos, con la voz un tanto rota y actuando en un local pequeño y no especialmente todas las semanas. Tenía y sigue teniendo ese aspecto de haber bebido o fumado más de lo recomendable y, al mismo tiempo, esa especie de aura mítica que también tienen los Rolling Stones o algunas otras grandes estrellas y que deja muy claro que siguen guardando dentro muchas esencias.

En esos conciertos "en familia", yo esperaba con especial impaciencia a que cantara una canción que, para mí, era el clímax de la actuación. Él siempre la presentaba como una canción basada en un poema de Octavio Paz y que había titulado "Por tu cuerpo". Esta canción es posiblemente una de las más bonitas que he oído.

Busqué durante un tiempo el poema original y, al final, descubrí que la parte musicada por Luis Pastor es una parte mínima de un enorme poema titulado "Piedra de Sol". Los primeros versos de ese poema, por si alguien quiere buscarlo, son:

"Piedra de Sol" (Fragmentos)

un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado mas danzante,
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre:
un caminar tranquilo
de estrella o primavera sin premura,
agua que con los párpados cerrados
mana toda la noche profecías,
unánime presencia en oleaje,
ola tras ola hasta cubrirlo todo,
verde soberanía sin ocaso
como el deslumbramiento de las alas
cuando se abren en mitad del cielo, (...)

La parte que Luis Pastor convirtió en la canción "Por tu cuerpo" es la siguiente:

voy por tu cuerpo como por el mundo,
tu vientre es una plaza soleada,
tus pechos dos iglesias donde oficia
la sangre sus misterios paralelos,
mis miradas te cubren como yedra,
eres una ciudad que el mar asedia,
una muralla que la luz divide
en dos mitades de color durazno,
un paraje de sal, rocas y pájaros
bajo la ley del mediodía absorto,

vestida del color de mis deseos
como mi pensamiento vas desnuda,
voy por tus ojos como por el agua,
los tigres beben sueño en esos ojos,
el colibrí se quema en esas llamas,
voy por tu frente como por la luna,
como la nube por tu pensamiento,
voy por tu vientre como por tus sueños,

tu falda de maíz ondula y canta,
tu falda de cristal, tu falda de agua,
tus labios, tus cabellos, tus miradas,
toda la noche llueves, todo el día
abres mi pecho con tus dedos de agua,
cierras mis ojos con tu boca de agua,
sobre mis huesos llueves, en mi pecho
hunde raíces de agua un árbol líquido,

voy por tu talle como por un río,
voy por tu cuerpo como por un bosque,
como por un sendero en la montaña
que en un abismo brusco se termina,
voy por tus pensamientos afilados
y a la salida de tu blanca frente
mi sombra despeñada se destroza,
recojo mis fragmentos uno a uno
y prosigo sin cuerpo, busco a tientas, (...)

Aunque no es exactamente la misma versión que yo recuerdo (la de mis recuerdos se parece más a la del directo grabado en Mérida, que no encuentro por ningún sitio, salvo en mi casa), podéis escucharla aquí:


Para mí sobran comentarios, salvo decir que la canción no desmerece de la letra. Le transmite una sensación que no sé muy bien como definir (¿de avance creciente y un tanto desesperado que preludia los versos finales?).

Quince o dieciséis años después, al volver a escucharla, he comprobado que sigue pareciéndome una canción muy especial. Probablemente porque los versos de Octavio Paz también son muy especiales.

O quizá es que no he cambiado tanto como parece en estos años ...


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jueves, 29 de marzo de 2007

Los suecos y otras hierbas o mentiras estadísticas

Como os prometí en el último post, voy a contaros lo de los suecos.

En primer lugar tengo que decir que estoy muy celoso. Los suecos han vuelto a visitar el blog de A., pero no parece que hayan vuelto por el mío después del accidental éxito del pasado lunes. Aunque lo sospechaba, esto está confirmando que mi éxito de público del lunes no fue más que un accidente y que, si quiero seguir teniendo lectores, tendré que ganármelos.

Pero, yendo al grano, os explicaré como llegaron los suecos a nuestras vidas.

Todo empezó cuando A. puso en su blog un contador de accesos. Se trata de una herramienta de www.webstats4u.com, que, además de contar cuántas veces ha sido visitada tu página, te informa del propietario del dominio desde el que te han visitado.

En general se trataba de nombres de proveedores de acceso previsibles (Telefónica, Ya.com, ...) pero, de repente, comenzó a aparecer con insistencia una línea que ponía “Ericsson Sverige AB, Suecia”. No se trata de una visita accidental, ni mucho menos. Prácticamente todos los días pasa por ahí. A veces hasta más de una vez. Incluso el pasado día 26, el día de mi éxito mediático, yo también recibí unas visitas desde ese origen (se puede ver pulsando aquí )

Por un momento llegamos a creer que efectivamente había un sueco o sueca enganchado al blog y que ya tenía una proyección global, usando esa palabra que ahora está tan de moda. Ahora yo tiendo a pensar que se trata de alguien conocido que, probablemente sin saberlo, llega desde una IP registrada a nombre de Ericsson Suecia, pero utilizada o revendida desde España por algún proveedor local de ADSL o cable.

Es una pena desmitificar de esa forma las cosas porque, por un momento, fue bonito pensar que uno podía tener seguidores en todo el mundo, desconocidos y hasta exóticos. Pero me temo que no es probable que sea así. (El otro día dije que iba a intentar no romper mitos y ya estoy intentando echar uno por tierra. Lo mío no tiene arreglo.)

Otra cosa es que, por casualidad, llegue alguien desde Malasia o Estados Unidos, como me ha pasado a mí, y que no vuelva nunca. Eso sí que es posible y hasta probable. De hecho, la exótica estadística actual de visitas a este blog dice que el 92.5 % de las visitas procede de España, cosa previsible, pero en segunda posición, y empatados a accesos, están Estados Unidos y Suecia (con el 3%) y en último lugar Malasia (con el 1,5 %).

Aunque lo intente, no me puedo creer que haya muchas posibilidades de que la parte internacional siga ahí cuando pase de los 1.000 accesos acumulados, salvo accidentes o caprichos estadísticos.

Con la casualidad nunca se sabe ...

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martes, 27 de marzo de 2007

El vértigo de la fama

Estoy abrumado por mi repentino éxito mediático.

Alguien que yo conozco muy de cerca (no os doy más pistas, porque todos sabéis ya quién es) me ha citado ayer en su blog, incluyendo un tentador enlace de esos que uno pincha casi sin querer.

De un plumazo y, sin estar preparado para tanto éxito, he heredado su público, incluyendo los famosos “suecos”. La diferencia entre el antes y el después es espectacular: he pasado de tener una media de dos visitas al día (casi siempre las dos mías) a nueve visitas en el día de ayer (ninguna mía).

Estoy casi seguro, y casi lo espero, de que ha sido una moda pasajera y casi nadie volverá a pasar por aquí, pero no puedo evitar sentir cierto pudor o miedo escénico. Todavía no había decidido si lo de este blog iba en serio o no y, de repente, me encuentro con que tengo un público al que no debería defraudar, especialmente si quiero mantenerlo (confieso que también tiene su parte buena eso de que alguien se lea los posts que escribo).

Estoy en una encrucijada y barajo diferentes posibilidades en esta nueva etapa “orientada al gran público”.

La primera tentación es inclinarme por una programación más comercial. Hablo de contar chascarrillos y anécdotas, a ser posible divertidas. Confieso que me encanta leer ese tipo de cosas y seguro que iba a ser bien recibido por mi público heredado.

Otra opción que había estado barajando era la de girar hacia un tono más intimista (incluso poético). Antes de este repentino éxito había pensado hablar de un poema de Octavio Paz que Luis Pastor convirtió en una canción y que siempre me ha gustado muchísimo. Este tipo de “efusiones” me da un poco de pudor ahora que corro el riesgo de que alguien lo lea y tendré que pensarlo un poco mejor.

Lo malo de las dos opciones anteriores es que pueden acabar con mi imagen de chico serio y un poco soso, que llevo años cuidando. La verdad es que no me importa por “los suecos”, pero alguno de mis nuevos y probablemente efímeros visitantes son personas que me conocen, incluso aprecian, desde hace años y tampoco debería defraudar sus expectativas. Al fin y al cabo, uno también se debe a la imagen que sus amigos tienen de él. No quisiera ser uno más de esos mitos que se nos van cayendo en los últimos tiempos.

Por eso me tienta la idea de hacer notas asépticas y más o menos serias sobre los libros que he leído, las cosas que he visto en la tele, las películas de las que oigo hablar (lo de ir al cine es una utopía por el momento), ...

Probablemente no haré ninguna de las tres cosas o, mejor dicho, haré las tres, mezcladas con cualquier otra cosa que se me vaya ocurriendo.

Definitivamente, creo que voy a ir haciendo cada vez lo que me apetezca, incluso no hacer nada si no me apetece. Al fin y al cabo, para eso creé este blog, para hablar de lo que me apeteciera, siempre que no fuera trabajo, y no puedo dejarme influir por el éxito o fracaso de audiencia en una fase “tan prometedora” a la par que incipiente de mi carrera.

En cualquier caso, gracias por haber pasado por aquí, especialmente a los que volváis a hacerlo. Confieso que me ha hecho un poco de ilusión.

(Por cierto, un día os cuento lo de los “suecos”)

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lunes, 19 de marzo de 2007

He leído el libro

La parte mala de leer un libro de alguien que conoces es que luego le tienes que dar tu opinión.

Cuando lees algo de un autor "remoto", aunque lo admires, si una de sus obras defrauda tus expectativas, te ahorras el mal trago de tener que contárselo al autor.

En este caso que me ocupa estos días, la novela no está mal. Simplemente me ha gustado menos que la anterior y no sé cómo decírselo al autor para que no se sienta ofendido.

¿Será mejor mentir? ¿Será éste uno de esos casos en que la verdad es incompatible con la felicidad de las personas a quienes afecta?

Al fin y al cabo, tampoco es una verdad con mayúsculas. Es sólo una opinión personal y, quizás, errónea.

Tendré que pensarlo un poco antes de tomar una decisión definitiva.


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miércoles, 14 de marzo de 2007

Me han regalado un libro

Un escritor que conozco por mi trabajo me ha regalado una novela.

Lo mejor de todo es que está escrita por él.

Es la segunda que publica y la segunda que me regala, por lo que voy camino de tener sus obras completas sin pagar un duro. De todas formas, lo más importante no es que no haya pagado nada por los libros. Lo bueno del asunto es que se trata de novelas escritas por una persona a la que conozco y, aunque no se puede decir que seamos amigos, sí que aprecio, especialmente desde que conozco su faceta de novelista.

Es un placer muy especial leer novelas o historias escritas por personas que conoces personalmente y a las que conoces por otra faceta. Me ha pasado ya con varios autores (novelistas, ensayistas, algún poeta, ...) y algún día igual os cuento quiénes son y hasta dedico un capítulo a cada uno de ellos. Hoy sólo quiero hablar de la sensación de "realidad" que me produce leer obras impresas y encuadernadas de personas que sé fehacientemente que son reales: que comen y se pasean como yo puedo hacerlo, que tienen otros trabajos distintos del de escribir, ... Me transmiten la sensación de que es posible intentarlo. De que la creación literaria o artística no es incompatible con ser alguien "normal".

Reconozco que siento envidia (sana). Especialmente, como en este caso, si lo que leo, además de ser de alguien que conozco, me gusta.

En cierto modo, vale doble.


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lunes, 12 de marzo de 2007

Es lunes

Es lunes, tengo cosas urgentes que hacer y lo que me apetece es dedicarme a cosas que no tengan nada que ver con lo que se supone que debo hacer.
Había pensado en escribir sobre varios temas: de la muerte de los seres queridos, que es un tema que me ha tocado de cerca la pasada semana, de una historia o argumento de cuento que nació y murio en mí en unas pocas horas tras observar un paisaje, de la primavera, de ... y sólo puedo escribir de que es lunes y de que no tengo tiempo de hacer en serio lo que de verdad me apetece.

Otro día será, ...


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jueves, 1 de marzo de 2007

Han pasado tres días

Han pasado tres días y no se me ocurre nada para poner en el blog. Empiezo a preocuparme.

Bueno, se me ocurre que ayer estuve de pelea con mis hijas porque la mayor está en fase rebelde y tuve que presentarles mi imagen más autoritaria y "cara de palo", para intentar educarles un poco en el concepto de "respeto a la autoridad". Es decir: "hay que hacer caso (obedecer) a los mayores" (especialmente los padres y a la chica que les cuida hasta que llegan sus padres).

La verdad es que me oía hablar a mi mismo y me sonaba fatal, como de feroz representante de una sociedad represiva y autoritaria y todas esas cosas contra las que yo mismo me he rebelado muchas veces. ¿Cómo hacerles comprender a unas criaturas que cuando los mayores le decimos que hay que hacer algo como que hagan los deberes o que crucen deprisa y con cuidado la carretera es, en general, por su bien y lo de obedecer en estos casos puede marcar de forma irreversible su futuro e incluso su propia supervivencia, en el caso de la carretera?

Tendré que seguir pensando en cómo llegar a transmitirles este tipo de cosas sin perder los papeles ni la paciencia y sin transmitirles un mensaje puramente "represivo" y que fomente la falta de crítica constructiva hacia la "autoridad", que como sabemos todos por nuestra propia experiencia, en muchísimas ocasiones, más que "competente" es "incompetente".

No va a ser fácil


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lunes, 26 de febrero de 2007

Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón



Este blog sólo tiene una función: robar recursos (tiempo y, especialmente, pensamientos y energías) al trabajo.

Por eso, se va a dedicar a hablar de cosas que no tengan nada que ver con el trabajo (al menos con el mío).

Yo creo que muchos tenemos el "mal del trabajo": consiste en que uno sólo está pensando en librarse del trabajo, pero mientras tanto, deja que éste le absorba todo su tiempo, pensamientos, ... . Sólo se libran los recursos (tiempo, ...) que uno tiene que dedicar a otros "temas de supervivencia", que, como cosas imprescindibles que son para cada uno de nosotros, se hacen un hueco a la fuerza.

Afortunadamente, casi todos tenemos varios "temas de supervivencia”, que nos impiden que nuestra enfermedad o “mal del trabajo” sea irreversible:

- la familia (especialmente los hijos y la pareja, pero también los hermanos, padres, ...)

- los amigos (a los que dedicamos menos tiempo del debido)

- los libros (aunque sea en ratos muertos)

- algunos, las plantas (aunque a veces parezcan abandonadas) u otros hobbies

- la casa en general (normalmente es más un castigo que un alivio)

- ...

Definitivamente, creo que es una suerte tener esos “temas de supervivencia”, especialmente aquellos que son fruto de elecciones personales, como la pareja, los hijos y los libros (y también los amigos, que, algunas veces, son familia además).

Nuestra apuesta debería ser dedicarle cada vez más de nuestro tiempo, pensamientos, ... y energías a esas cosas y robárselos al trabajo, al que le dedicamos mucho más espacio en nuestro cerebro del que se merece. Quizá es difícil robarle tiempo, pero pensamientos, ... y energías, es posible.

Seguro que luego tendríamos cosas más divertidas y variadas para contar.

Por eso he creado este blog, con la esperanza de encontrar otras cosas o temas de los que pueda hablar, al menos una vez por semana. Si lo consigo, habré puesto en mi cabeza y en mi tiempo otras cosas, que, con un poco de suerte, tapen al trabajo.

Ya iremos viendo en qué acaba esto (deseadme suerte).


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