martes, 9 de abril de 2013

Incompetentes y tristes

Parece ser que hay alguien en la Universidad de Harvard que ha hecho un estudio, según el cual, las personas felices, además de serlo que ya es suficiente premio, son más productivas y eficientes en su trabajo.

Yo, que algunas veces me sorprendo con la cantidad de incompetentes que uno se puede encontrar en las más diversas esferas, lo que no me imaginaba era que, además, me iba encontrando con personas que son como son de puro triste que es su vida.

A mi particularmente siempre me ha parecido triste poner tan poco interés en hacer bien las cosas y tanto en estropear o fastidiar lo que los demás se esfuerzan en hacer bien. En realidad me parece muy triste y frustrante. Pero, no sé por qué, pensaba que a ellos les hacía disfrutar el ser así,que vivían más relajados y eso les hacía más felices.

Confieso que, en algunos casos, ya me había dado cuenta de que se trataba de gente tóxica, de esa que va malmetiendo, cogiendo los cuchillos por el filo y pretendiendo que los demás también lo hagamos. Pero pensé que esos eran los menos y que la mayoría eran simples perezosos mentales, personas sin afán de superación, sin un mínimo de orgullo, dignidad o interés por hacer algo de la mejor forma posible.

Y resulta que, simplemente, se trata de pobres infelices.

No, si al final me van a dar hasta pena.

Aunque ya decía un amigo mío hace años: "estoy harto de los que, sin mala intención, andan por ahí fastidiando a todo el mundo de puro ineptos que son" (no uso sus palabras exactas, que eran mucho más crudas, por sí alguna persona sensible lee esto).

Así que hoy, más que apiadarme de ellos, me consuelo un poco.

Nos hacen la vida imposible a los que los rodeamos, pero, por lo menos, eso no les hace felices.

Aunque tampoco sé si fiarme. Todavía recuerdo de mi época universitaria que, al menos en las ciencias humanas, no era tan difícil usar los mismos datos válidos ya fuera para montar una determinada teoría o para hacerlo con otra completamente opuesta. A veces valía con fijarse en la parte de la muestra que convenía a tu teoría y minimizar los datos que parecían indicar lo contrario.

Igual los de Harvard se han equivocado y los incompetentes, además de ineptos y, en muchos casos, malintencionados, son felices.

Eso sí que me fastidiaría.

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jueves, 21 de marzo de 2013

Notas de viaje


Otra vez, camino del aeropuerto, me entran ganas de volver a coger bolígrafo y un papel.

Quizá escribir es eso, una forma más de viajar. Están los viajes de verdad y los viajes imaginados, los que se viven sólo en el interior de uno mismo.

Escribir es una forma de viajar sólo. Es probable que no haya nadie más sólo que el que se enfrenta a un proceso creativo individual. Se trata de algo íntimo, uno solo ante sus recuerdos, sus habilidades limitadas, sus trampas y recursos, sus pudores, ... todos ellos conspirando o ayudando para que salga algo que, para lo bueno o para lo malo, siempre se lleva parte de uno mismo.

Viajar, y sobre todo viajar solo, es la gran oportunidad de encontrarse con uno mismo.

Viajar es como envejecer, pero a gran velocidad y con derecho a vuelta: tu contexto, todo lo que te rodea se vuelve diferente, evoluciona, se transforma y tú, con los mismos ojos, ves como las cosas cambian, como la realidad se vuelve otra, al mismo tiempo ajena y ligada a ti, sin que puedas hacer gran cosa para controlarla o para evitar que ella, poco a poco o de golpe, te cambie a ti.

Escribir, a veces, también es un viaje interior. Es entrar en un mundo paralelo, en el que pasan cosas o fluyen ideas y palabras ligadas a ti, pero al mismo tiempo ajenas desde el momento en que están escritas. Palabras e ideas que te llevan a mundos de los que puedes volver, pero de los que la persona que vuelve no es exactamente la misma que la que se fue.

No estoy seguro de si hay algo de cierto en lo que he escrito hasta ahora o sólo es una idea que se me ha metido hoy en la cabeza. Sólo sé que, en mi caso, las pocas cosas que escribo, suelo hacerlas mientras viajo solo.

Quizá sentirme extraño y en movimiento me pone en un estado más próximo al que necesito para crear.

Quizá sentirme extraño y ajeno al mundo que me rodea sea parte de lo que hace fluir palabras e ideas.

No deja de ser una desconcertante y, al mismo tiempo, feliz sensación.

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