miércoles, 24 de octubre de 2007

Silencios

Es curioso:

Cuando voy a una reunión por motivos de trabajo (con clientes o similar) NO paro de hablar.

A la mayor parte de mis compañeros les encanta que sea así, ya que se ahorran tener que hablar ellos. Incluso suelen decir que lo hago bien, con criterio y seguridad (y espero que no sea sólo por dorarme la píldora).

Cuando me reúno con amigos o familia, cada vez hablo menos y me gusta más escuchar.

Antes, al igual que en las reuniones de trabajo, hablaba sin parar y creo que también aparentaba hacerlo con criterio y seguridad, como si supiera muchas cosas de la vida y eso me diera derecho a opinar sobre todo.

Ahora me parece que, cuando estoy con gente de confianza, aprendo y disfruto tanto o más escuchando a los demás como hablando.

No es que me haya vuelto mudo, pero hablo menos. Sólo vuelvo a hablar demasiado en contadas ocasiones y, especialmente, si en el grupo hay personas que acabo de conocer o no son de verdadera confianza.

Creo que, en parte, se debe a que estoy menos seguro de mis criterios y de lo que sé de la vida que cuando tenía unos cuantos años menos y necesito más contrastar mis ideas u opiniones con las de los demás. Que valoro más sus opiniones y su forma de ver la vida, su experiencia y sus sentimientos, los matices que ellos ponen a las cosas.

Desgraciadamente, en el trabajo sigo sin encontrar que haya demasiada gente que pueda aportarme cosas. Así que no encuentro muchas razones para escuchar.

¿Será pura vanidad mía o realmente el "mundo profesional" en general es así de mediocre?

¿Será que tengo mala suerte con el mío y hay otros "mundos profesionales" mucho mejores o más interesantes?

¿Será, simplemente, que lo miro con malos ojos?

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( Nota del autor: Ya sé que no iba a hablar de trabajo en este blog, pero hay veces que se mezcla de tal forma con la vida que no es fácil saber si estoy hablando de mi trabajo o de mi vida. ¡Sed comprensivos!)

lunes, 22 de octubre de 2007

Ocho minutos


Este fin de semana he escuchado en la radio que el sol que vemos es, en realidad, el sol de hace ocho minutos.

La cosa tiene una explicación científica relativamente simple. De esas que entiendes en un sentido racional cuando te las explican, pero que jamás llegas a comprender de verdad, que no acabas de verlas como algo real.

Resulta que ahora, según esa verdad que entiendo pero no acabo de comprender, no me puedo fiar ya ni del sol. Resulta que, cuando creo que acaba de salir, hace ya ocho minutos que estaba ahí, espiándome sin que yo me diera cuenta. Resulta también que, cuando me quema o me deslumbra, lo hace con premeditación y alevosía; que ya llevaba ocho minutos preparándose para hacerlo.

A veces no sabe uno si fiarse de la ciencia o, mejor, hacerlo de su intuición.

Otras veces pienso que, en el fondo, me da lo mismo.

¿A mí qué me importa cuando salió la luz del sol de su sitio?

Lo que me importa es cuándo me llega; si me apetece dejarme envolver por ella y por su calor, como en estos días de otoño, o refugiarme en la sombra que, supongo, también será la del sol de hace ocho minutos.

Sin embargo, tengo que confesar que, según lo oí, me produjo cierta inquietud saber que la realidad que veo está iluminada por una luz "vieja".

Salvo por las noches (imagino).

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martes, 16 de octubre de 2007

Cambiar de vida


A. va a cambiar de vida a los cuarenta y ocho años.

En realidad, sólo va a cambiar de trabajo, pero eso es en gran medida cambiar de vida.

Nuevos compañeros, nuevos jefes, nuevo lugar de trabajo, nueva rutina de desplazamientos, ...

Pienso en ello y no puedo evitar sentirme desconcertado, un poco aturdido, ante la idea de podría ser yo quien estuviera a punto de dar ese mismo salto.

Me pongo en esa situación y, lo que siento, no sé si es ese vértigo que produce el miedo al vacío, a lo desconocido, o sólo ese cosquilleo en el estómago que precede y acompaña a los momentos decisivos.

No sé si me atrae o me produce rechazo.

Desde luego, lo que no me produce es indiferencia.

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martes, 9 de octubre de 2007

A veces .. tengo lectores (pero son poquísimos)


Me siento como el niño de "El sexto sentido", cuando decía, con un susurro y suponiendo que nadie se lo iba a creer, "a veces ... veo muertos" (o algo muy parecido).

Esa sensación de nadie-se-lo-va-a-creer ante lo inverosímil del suceso, es lo que he sentido al escribir el título inicial de este post ("A veces .. tengo lectores") y he debido añadir inmediatamente una aclaración ("pero son poquísimos").

Supongo que hay varias razones que explican la escasez de lectores:

- Que nadie, salvo los más íntimos (creo), sabe que existe este blog. Una vez A. me hizo publicidad en su blog y conseguí más de veinte visitas en un día. Pero nadie o casi nadie volvió por aquí.

- Mi poca continuidad escribiendo posts, aunque he hecho un propósito de intentar reformarme.

- Y, especialmente, lo poco interesante para el común de los mortales que deben de resultar las cosas que escribo. Confieso que algunas, cuando las he vuelto a leer, no me interesaban ni a mí.

¿Será (casi seguro) que lo que escribo tiende a ser lo que me pasa por la cabeza y no lo que pasa por el corazón, estómago u otros órganos que inspiren más complicidad?

Voy a tener que empezar pensar menos y escribir más.

Por si a alguien le interesa, quiero decir tres o cuatro cosas:

- Definitivamente, me encantan los comentarios, incluso las críticas o sugerencias. Ayudan a saber que alguien se ha interesado, aunque sea un poco y quizás en negativo, por lo que ha leído.

- Me muero de envidia (hay otr@s a l@s que les visitan desde lugares exóticos, les dejan felicitaciones, ...)

- Os estoy muy agradecido por visitarme, porque ...

- A veces ... me gusta tener lectores (aunque sean poquísimos).


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lunes, 1 de octubre de 2007

Nostalgia


Venía en el metro leyendo un artículo sobre el uso publicitario de la nostalgia y, de repente, he caído en la cuenta de que yo debo de haber sido un nostálgico incluso ya antes de nacer. Al menos, así me lo imagino, ya que me recuerdo nostálgico desde que tengo uso de razón.

A veces hasta pienso que era nostálgico antes de tener mis propios recuerdos y, por eso, con quince o veinte años me gustaban canciones que eran anteriores a mi generación, como boleros, tangos, ... y mi grupo "moderno" preferido entonces era Dire Straits, que, en cierto modo, siempre ha sonado un poco a viejo o, al menos, a clásico.

Ahora que ya empieza a hacer veinte o veinticinco años de muchas de las cosas que recuerdo, soy nostálgico por derecho propio y he perdido alguno de los complejos generacionales que me impedían disfrutar siéndolo.

Además, en esta "sociedad de usar y tirar", de lo efímero, tenemos la ventaja de que cada vez es más fácil sentir o disfrutar de la nostalgia, incluso con cosas de ayer mismo. Vas a una tienda de discos y ya venden a precios y en la sección de saldos algunos discos que no deben de llevar publicados más de unos meses. Encuentras libros que ganaron un premio de novela importante hace sólo uno o dos años en la sección de oportunidades o incluso en un rastrillo de "libros viejos".

Así que, entre la publicidad, mi propia edad y el vértigo consumista, cada vez es más fácil disfrutar de la nostalgia. Casi vivir el presente desde la nostalgia.

¿Acabaremos rizando el rizo y viviremos el futuro desde la nostalgia?

Eso es lo que nos propone mucha de publicidad a la que estamos sometidos y, en cierto modo, algunas ideologías políticas.

Igual empieza a ser el momento de reaccionar y hacerme un moderno.

Aunque no sea más que por higiene mental y así poder recordar dentro de unos años, y "con nostalgia", que una vez fui moderno.


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