jueves, 17 de mayo de 2007

Los paraísos perdidos.


Hace ya unos cuantos días, por casualidad, me llegó una noticia que hablaba del director de cine Basilio Martín Patino y que tenía uno de esos enlaces que no puedes dejar de pulsar. En este caso era a su página web personal, en la que, entre otras, se hablaba de una película titulada Los paraísos perdidos.

No sé por qué, pero últimamente me encuentro con títulos de libros o de películas que me sugieren cosas que conectan directamente con otras de mi vida cotidiana y que parecen propuestas para posts como éste. Parece como si hubiera creado, sin querer, una sección Los títulos de mi vida.

No recuerdo haber visto esa película. Por lo que dice su ficha, habla de una mujer que vuelve, muchos años después, al territorio de su infancia y se reencuentra con los lugares y personas que compusieron su entorno antes de su marcha, en este caso al exilio. En este contexto reflexiona, imagino que con mucha nostalgia, sobre "los paraísos perdidos".

Como decía Jorge Manrique, a veces parece que "todo tiempo pasado fue mejor" o que los únicos paraísos posibles son los perdidos. Algunas veces perdidos incluso antes de conseguirlos. Serrat también dice en su canción Lucía que "no hay nada más bello que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí".

Parece como si hubiera una confabulación de poetas, cantantes y cineastas para hacernos creer que el paraíso está en nuestro pasado, en las cosas que hemos ido dejando atrás, en nuestra infancia, .... Se trata de un eslogan, que diríamos ahora, que tiene mucho éxito desde el principio de los tiempos. Por lo menos desde que existe la literaruta.

Todos sabemos que, en el fondo, es falso. Que en el pasado hemos tenido episodios tan desagradables, aburridos o tristes como alguno de los actuales. Y que, las que ahora parecen pasadas etapas de felicidad perfecta, no lo eran tanto. Por ejemplo, antes y al lado del primer beso adolescente, hay todo tipo de incertidumbres, miedos, ... hasta situaciones ridículas. La distancia y la nostalgia tienden a hacer que sólo recuerdes el beso y que olvides el resto de las situaciones vitales que lo rodearon y que, en realidad, fueron mucho más largas.

Algo parecido me sucede (creo que no sólo a mí) en mis periódicas visitas a mi paraíso perdido particular: mi pueblo, mi familia, ... . Recupero sólo la parte bonita de todo ello. Para mí es un lugar en el que siempre es fiesta o se está de vacaciones, casi siempre el clima resulta un alivio comparado con el que dejo en Madrid, me siento querido y acompañado por la familia, ... En resumen, casi sin quererlo, me fabrico una imagen idílica (tipo "fueron felices y comieron perdices") de la que no consigo librarme del todo a pesar de las dosis de realismo que intento aplicar.

Resultado: cada vez que salgo de allí con destino al previsible atasco de vuelta y al trabajo de los días siguientes, no puedo dejar de tener esa terrible  sensación de, una vez más, estar siendo expulsado del paraíso.

Sé que es una sensación engañosa, que el paraíso al que cualquiera puede y debe aspirar está en su futuro. Que, cosa que me gustaría especialmente, puede estar allí, cerca de mis orígenes y mi familia,  o en otro sitio. Que lo del pasado y la nostalgia son una especie de ilusión óptica, un ... engañabobos.

Eso lo sé, pero lo otro lo siento.

Deben ser muchos años de promoción de los dichosos "paraísos perdidos", pero cuando leí el título de la película, no pude evitar sentirme identificado.

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