martes, 24 de abril de 2007

Primavera con una esquina rota

Hay libros que se merecen, sólo por el título que tienen, que uno los compre o, al menos, los abra e intente leerlos.

Uno de los mejores casos que recuerdo es uno de Mario Benedetti que se titula "Primavera con una esquina rota". Confieso que no recuerdo gran cosa de lo que cuenta, pero sí que me gustó mucho cuando lo leí (gracias a N. que me lo sugirió y prestó). Por lo tanto, me atrevo a recomendarlo, aunque sin poder dar muchos detalles.

Lo que nunca he olvidado es el título. Me parece que describe, de una forma difícil de mejorar, una sensación que a todos nos asalta de vez en cuando. Como, por ejemplo, hoy mismo.

Resulta que, hace un par de días, había decidido escribir un post sobre la primavera, vitalista, positivo, lleno de ilusión, ... Creo que es sano pensar y escribir de forma optimista de vez en cuando. Probablemente ayuda a ser más feliz.

Todo empezó cuando los pasados días había ido disfrutando esa sensación liberadora que produce el poder vivir con las ventanas abiertas. Especialmente en una ciudad como Madrid, en la que el invierno y el verano son tan hostiles que te obligan a vivir la mayor parte del tiempo con las ventanas y puertas cerradas para protegerte del frío y del calor. En estas pocas semanas de verdadera primavera y algunas del otoño, uno puede dejar las ventanas abiertas, salir a la calle, sentarse al sol, ... sin miedo a congelarse o a asarse. Además, las plantas crecen a toda velocidad y echan flores. Es un gusto estar en la calle o, en mi caso, simplemente en la terraza.

Aunque estés en una gran ciudad, en cierto modo, te llega esa sensación de plenitud y de cercanía con la naturaleza de la que llevan hablando los poetas por lo menos desde el "Beatus ille" de Horacio. Te sientes un poco más cerca de la tierra y más lejos del mundo, algunas veces tan hostil.

Desgraciadamente las cosas, aunque puedan parecer perfectas, casi siempre tienen una "esquina rota" (o varias, algunas veces).

Esta primavera tan luminosa y agradable, también es la época en que se despiertan parte de los fantasmas con los que les ha tocado convivir a algunas de las personas a las que quiero.

Unos son relativamente inofensivos, como la "preocupación estacional" por los kilos de más en la cintura, ahora que uno empieza a imaginarse en bañador.

Otros de esos fantasmas son más difíciles de sobrellevar, como las alergias o la desgana existencial (llámese tristeza, malestar, astenia primaveral, ... depresión). También ellos son los reyes de la temporada.

Quizá somos tan urbanos que ya hemos perdido una parte de nuestra capacidad de disfrutar de la naturaleza sin efectos secundarios o que la cosa no es tan sencilla y, como se empeña en decirme esa sensación de la que os hablaba,  la primavera, el verano, el otoño o el invierno casi siempre tienen alguna esquina rota.

Habrá que intentar agarrarse a las que están intactas ¿no?


...


1 comentario:

Ana Iturgaiz dijo...

Pues sí. Es lo que siempre ha tocado. No podemos buscarnos más problemas de los que ya nos trae la vida. Así que nosotros a las esquinitas enteras (que son tres contra una).