viernes, 19 de diciembre de 2014

¿Amor o costumbre?

Los veía muchas mañanas hace ahora un año y, ahora que vuelven estas fechas, me he dado cuenta de que no están y se han convertido en una más de esas cosas que pasan por tu vida y desaparecen sin que les hayas prestado toda la atención que merecen.

Tendrían por lo menos ochenta años y aspecto de ser unos señores de pueblo que acababan de perderse en ese universo paralelo en el subsuelo que es el metro de Madrid en las horas punta.

Sentado en una silla de playa, él tocaba en un desgastado violín una melodía irreconocible de vagas reminiscencias navideñas o simplemente sentimentales. 

Sentada en otra silla idéntica, ella miraba la vida y la gente pasar. Sólo de vez en cuando alargaba la mano y pasaba una hoja del cuadernillo de partituras. Ni siquiera parecía escuchar la música. Sólo estaba a su lado, como si fuera un apoyo imprescindible. 

Recuerdo que, al mirarlos, me dio la impresión de que ella fuera la gran razón por la que él se levantaba cada mañana en un frío piso con la calefacción apagada, se aseaba mínimamente y se acercaba a la cocina donde ella ya había preparado un humilde desayuno para compartir. Él por ella y ella por él, armados de una renovada dosis de ilusión combinada con la resignación que regalan los años y los pequeños fracasos compartidos, se lanzaban a las calles aún oscuras, montaban en el metro y se dirigían a una estación del centro, a llenar de música gastada y mercenaria uno de sus pasillos. 

Rodeados de personas encerradas en su propia soledad y que se limitaban a pasar a su lado, ignorándolos la mayor parte de las veces, ellos estaban protegidos en su burbuja. Compartían esa complicidad antigua y cálida de las cosas sencillas, de los días iguales a los anteriores, llenos de cosas tan pequeñas que, si no te fijas bien, parecen vacíos. 

Seguro que, cuando les asaltaba la desesperanza, simplemente se miraban y, de nuevo, todo eso volvía a tener sentido.

Por lo menos, eso me imaginaba viéndolos desde el anden del otro lado.

Hoy quiero pensar que era verdad y que sigue siéndolo, aunque ya no los vea.

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martes, 9 de abril de 2013

Incompetentes y tristes

Parece ser que hay alguien en la Universidad de Harvard que ha hecho un estudio, según el cual, las personas felices, además de serlo que ya es suficiente premio, son más productivas y eficientes en su trabajo.

Yo, que algunas veces me sorprendo con la cantidad de incompetentes que uno se puede encontrar en las más diversas esferas, lo que no me imaginaba era que, además, me iba encontrando con personas que son como son de puro triste que es su vida.

A mi particularmente siempre me ha parecido triste poner tan poco interés en hacer bien las cosas y tanto en estropear o fastidiar lo que los demás se esfuerzan en hacer bien. En realidad me parece muy triste y frustrante. Pero, no sé por qué, pensaba que a ellos les hacía disfrutar el ser así,que vivían más relajados y eso les hacía más felices.

Confieso que, en algunos casos, ya me había dado cuenta de que se trataba de gente tóxica, de esa que va malmetiendo, cogiendo los cuchillos por el filo y pretendiendo que los demás también lo hagamos. Pero pensé que esos eran los menos y que la mayoría eran simples perezosos mentales, personas sin afán de superación, sin un mínimo de orgullo, dignidad o interés por hacer algo de la mejor forma posible.

Y resulta que, simplemente, se trata de pobres infelices.

No, si al final me van a dar hasta pena.

Aunque ya decía un amigo mío hace años: "estoy harto de los que, sin mala intención, andan por ahí fastidiando a todo el mundo de puro ineptos que son" (no uso sus palabras exactas, que eran mucho más crudas, por sí alguna persona sensible lee esto).

Así que hoy, más que apiadarme de ellos, me consuelo un poco.

Nos hacen la vida imposible a los que los rodeamos, pero, por lo menos, eso no les hace felices.

Aunque tampoco sé si fiarme. Todavía recuerdo de mi época universitaria que, al menos en las ciencias humanas, no era tan difícil usar los mismos datos válidos ya fuera para montar una determinada teoría o para hacerlo con otra completamente opuesta. A veces valía con fijarse en la parte de la muestra que convenía a tu teoría y minimizar los datos que parecían indicar lo contrario.

Igual los de Harvard se han equivocado y los incompetentes, además de ineptos y, en muchos casos, malintencionados, son felices.

Eso sí que me fastidiaría.

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jueves, 21 de marzo de 2013

Notas de viaje


Otra vez, camino del aeropuerto, me entran ganas de volver a coger bolígrafo y un papel.

Quizá escribir es eso, una forma más de viajar. Están los viajes de verdad y los viajes imaginados, los que se viven sólo en el interior de uno mismo.

Escribir es una forma de viajar sólo. Es probable que no haya nadie más sólo que el que se enfrenta a un proceso creativo individual. Se trata de algo íntimo, uno solo ante sus recuerdos, sus habilidades limitadas, sus trampas y recursos, sus pudores, ... todos ellos conspirando o ayudando para que salga algo que, para lo bueno o para lo malo, siempre se lleva parte de uno mismo.

Viajar, y sobre todo viajar solo, es la gran oportunidad de encontrarse con uno mismo.

Viajar es como envejecer, pero a gran velocidad y con derecho a vuelta: tu contexto, todo lo que te rodea se vuelve diferente, evoluciona, se transforma y tú, con los mismos ojos, ves como las cosas cambian, como la realidad se vuelve otra, al mismo tiempo ajena y ligada a ti, sin que puedas hacer gran cosa para controlarla o para evitar que ella, poco a poco o de golpe, te cambie a ti.

Escribir, a veces, también es un viaje interior. Es entrar en un mundo paralelo, en el que pasan cosas o fluyen ideas y palabras ligadas a ti, pero al mismo tiempo ajenas desde el momento en que están escritas. Palabras e ideas que te llevan a mundos de los que puedes volver, pero de los que la persona que vuelve no es exactamente la misma que la que se fue.

No estoy seguro de si hay algo de cierto en lo que he escrito hasta ahora o sólo es una idea que se me ha metido hoy en la cabeza. Sólo sé que, en mi caso, las pocas cosas que escribo, suelo hacerlas mientras viajo solo.

Quizá sentirme extraño y en movimiento me pone en un estado más próximo al que necesito para crear.

Quizá sentirme extraño y ajeno al mundo que me rodea sea parte de lo que hace fluir palabras e ideas.

No deja de ser una desconcertante y, al mismo tiempo, feliz sensación.

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lunes, 16 de abril de 2012

Frases ... de esas

Llevo días buscando algo que contar y no estoy seguro de haberlo encontrado ni casi de si sabré cómo hacerlo.

Para empezar, en el tiempo que llevo sin escribir en este blog (o mejor, sin escribir a secas, porque lo otro es llenar páginas/pantallas), hasta me parece que las modas han cambiado y ya no se puede poner un post sin una foto. Si no la pones, queda feo en esas tiras en las que tus amigos te han incrustado en su propio blog, para que todo el mundo pueda ver que llevas un año sin escribir y tú te avergüences cada vez que pases por allí.

Así que he pensado en buscar una foto y una idea, pero, como no la he encontrado todavía, me he puesto a escribir para ver si la inspiración me pillaba trabajando. Sé que es lo que dice todo el mundo que sabe de esto que hay que hacer, así que intentaré ponerme de vez en cuando "a escribir", para ver si, en una de estas, me ataca la inspiración por la espalda y escribo alguna frase ... de esas.

Os preguntaréis qué son "frases ... de esas".

Pues son frases ... de esas: de las que me hacen parar cuando leo algo; de las que me hacen disfrutar incluso cuando leo novelas mediocres y me las encuentro en medio de un párrafo; de las que quedan bien incluso en un tuit; de las que subrayo cuando estoy leyendo; de las que mataría (en sentido figurado, claro) por haber escrito yo mismo.

Os confieso que he encontrado frases ... de esas en novelas que luego me han parecido bastante flojas, en algunas poesías, en canciones (algunas de ellas bastante previsibles y facilonas, menos en esa frase mágica). En cambio he leído novelas magníficas en las que no he sido capaz de encontrar ninguna de esas frases (¿igual porque eran tan buenas novelas que no me he parado a ver las frases de una en una?).

Hace poco cambié de Kindle y, al pasar las cosas del viejo al nuevo, moví también el fichero de los subrayados. Lo abrí y descubrí que, en el tiempo que había estado usándolo, había subrayado cosas de libros que casi no recordaba ni haber leído. En general, frases ... de esas.

Algunos ya sabéis que soy un envidioso y que la envidia ha sido lo que me ha hecho volver a escribir cosas en este blog varias veces. Bueno, pues eso es lo que me ha pasado también esta vez. Como el propósito de hacer más ejercicio después de cada navidad, hice mi propósito de volver a sentarme a escribir cosas de vez en cuando, a ver si hay suerte y consigo escribir una frase ... de esas.

Tengo que decir que he tardado poco más de una semana en hacerlo, así que, por el momento, el resultado es mucho mejor que con lo del ejercicio.

Ahora sólo hace falta ver cuanto tardo en dejarlo de nuevo y si, en este caso, también  "mejoro" el tiempo de respuesta y vuelve a pasar otro año antes de escribir el siguiente post.

Seguiré buscando ideas, fotos y, sobre todo, frases ... de esas.

Pero no os lo toméis a mal si no vuelvo a escribir en un tiempo.

Igual es que no las encuentro.

O igual es que no las he buscado lo suficiente.

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miércoles, 9 de febrero de 2011

Vuelo


Vuelo y, desde el aire, todo es insignificante.

Ciudades y pueblos, que, por tierra, requieren horas y curvas casi incontables para ir de uno a otro, se ven como si estuvieran uno al lado de otro.

Luce un sol espléndido, de tímida primavera adelantada o de invierno en tregua, porque se ven, no tan lejos, los picos de las montañas cubiertos de nieve.

Bajo mis ojos aparece un valle distinto del resto cubierto de una capa algodonosa. Una nube perezosa aun no ha sido capaz de levantar el vuelo pasadas las cinco de la tarde.

De repente me doy cuenta de lo simple, parcial e insignificante que es la percepción humana: seguro que los habitantes de ese valle piensan que el de hoy es un día gris, oscuro, frío y lleno de niebla, para ellos y para todo el mundo.

Yo, desde este avión, veo con claridad que, en el mundo en general, brilla un sol cálido y dorado y  sólo un espacio de unos pocos kilómetros cuadrados, casi despreciable a esta distancia y velocidad, está sumergido en la niebla.

Quizá eso pasa también algunas veces: sólo vemos las sombras que nos rodean, pero el mundo está lleno de luz a sólo un paso de nosotros.

¿O quizá no?

jueves, 7 de octubre de 2010

Épica de lo cotidiano, intermedio o “con canas y a lo loco”

Como veis por el título, este post iba a hablar de una cosa y acaba hablando de otra que no sé si tiene mucho que ver con la original, pero, a estas horas y alturas, no sé si la disciplina creativa es mi punto fuerte. Así que he decidido rehacer los dos primeros párrafos, cambiar el título y dejar el resto como ha salido.

Iba a escribir sobre otra cosa. Sobre la gente que se cuenta la vida a sí mismo o a los demás  envolviéndola en una especie de épica que convierte sus anécdotas en aventuras, con un falso pose de trascendencia, de heroicidad, que no suele percibirse si uno tiene la oportunidad de observar directamente la que podemos llamar "versión original". Es un tema sobre el que ya he escrito varias veces y que me interesa mucho. Los puntos de vista, las pequeñas falsificaciones conscientes  o inconscientes, … que transforman la realidad. Lo que me ha sucedido es que hace ya varios meses que no escribía en este blog (bueno, que no escribía, a secas) y he cometido el error de intentar explicarlo. Así que otra vez será lo de la épica de lo cotidiano.

Respecto a lo del intermedio creativo, no sé por qué, pero lo que se me iba ocurriendo en los últimos meses, lo escribía en un papel por ahí suelto y luego, cuando lo iba a pasar aquí, ya no me parecía que tuviera ningún interés. Así que no lo he pasado. Es más que probable que eso de la falta de interés ya les pasara a varias de las cosas que he escrito aquí con anterioridad, pero, en la mayor parte de los casos, no me había dado pudor o simplemente pereza ir escribiendo, sin más.

A veces pienso que un blog es como una cámara digital, allí disparas y disparas fotografías sin importarte mucho si son las que querías sacar o simples pruebas. Tampoco importa demasiado, poco a poco llegan nuevas fotos, nuevas capas, que tapan las anteriores y que cubren las pruebas fallidas, sin que se note demasiado. La pena es que también cubren aquellas que te salieron bien.

Así que su principal ventaja es también su mayor defecto: todo es efímero y pasa a mejor vida rápidamente, por el simple procedimiento de ir acumulando capas encima. Tanto lo bueno, como lo malo desaparecen comidos por lo cotidiano. A una foto que tenía "algo", le sigue una mediocre y desenfocada que la cubre. A un post que es fruto de una reflexión profunda y demorada, a veces de años, y en el que incluso has podido acertar con el lenguaje al escribirlo, le sigue uno insustancial o de trámite.

Me parece que eso le quita un poco de reto y hasta de sentido a las cosas que haces con la cámara digital y con los blogs.

Ya sé que ahora está muy de moda hacer cosas de usar y tirar, escribir SMSs sin mayúsculas ni acentos, ni siquiera poner todas las letras. Me consta que hay gente que cuenta su vida en Facebook o incluso en Twitter con frases de un máximo de diez palabras, que la mitad de las veces sólo envían a otra página o un video que han encontrado por ahí, sin valoraciones o, como mucho, con algo del tipo "mola", "jijiji", "genial", … o "¿a qué está muy bien?", en el caso de derroche lingüístico.

No me parece ni bien ni mal, cada uno se expresa como puede y quiere, pero a la larga me resulta vacío y hasta un poco estúpido.

Será que me hago viejo de nuevo (creo que ya os he contado que ya lo fui a los dieciocho).

Pero esta vez "con canas y a lo loco".

miércoles, 12 de mayo de 2010

Lunes gris


Lunes gris en un mundo gris.
Interior, también gris, de un autobús y sonando por mis auriculares una canción, casualmente, gris como todo lo demás.
El autobús es uno de esos que, en el argot aeroportuario, llaman "jardineras". Porque, sí, estoy en el aeropuerto y el color del suelo por donde avanzamos despacio es parte de este mundo gris. El resto del gris lo pone el cielo sucio y somnoliento, con nubes, que tiene hoy Madrid.
Salgo de viaje con Spanair y me he desayunado en la radio con un repaso de las estupideces humanas y chapuzas que llevaron al accidente de hace casi dos años en este mismo aeropuerto.
Es un detalle de muy mal gusto ponerte ese menú para desayunar a las seis de la mañana cuando vas a viajar en avión dentro de un rato.
No sé si es el lunes, las nubes, la tristeza que casi siempre invade los aeropuertos, llenos de enormes pájaros muertos de metal y de personas, muchas de ellas solas, que esperan algo con miradas apagadas.
No sé si son las noticias que oía al desayunar o el desaliento que invade esta época difícil.
No podría decir cuál es la razón exacta, quizá sea una suma de todas ellas, pero hoy el gris parece más gris.
Y más sucio.

lunes, 12 de abril de 2010

Espectáculos urbanos


Lo bueno de una gran ciudad como Madrid es que, sólo por pasear por sus calles, mirar a través de la ventana del autobús o fijarte en tus compañeros de vagón en el metro, tienes la oportunidad de conocer mucha "gente especial".

Adolescentes pertenecientes a alguna tribu. Señores maduros con americana verde hierba, pantalones blancos de lino y cara de, por lo demás, no ser nada raros. Una señora que me cruzo casi todos los días y que lleva una bufanda o pañuelo al cuello, subidos hasta las orejas incluso en julio. Curas de negro riguroso y con alzacuellos. Heladeros rastafaris que han montado una embajada de Jamaica en un puesto prefabricado de helados. Estudiantes de algo raro que viajan todos los días con un trolley en el metro y que bajan siempre por mi calle. Miles de personas llegadas de países que hasta hace muy pocos años nos resultaban tan extraños e inalcanzables. Señoras y señores que, aunque llevan casi cincuenta años aquí, tienen aspecto de acabar de salir en ese momento de su pueblo de Zamora o Albacete. Inverosímiles combinaciones de ropa, peinado, calzado, ...

Todo a tu alcance. Sólo tienes que pasear con los ojos bien abiertos. 

También ayuda mucho acertar con la banda sonora. He descubierto que, si tienes puestos los auriculares, en estos casos, el mundo puede parecer un vídeo-clip o una secuencia posmoderna de cine neorrealista.

Eso es todo: mirar, dejarse sorprender y disfrutar del espectáculo de lo cotidiano.

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martes, 6 de abril de 2010

Cuatro meses después


Hace cuatro meses escribí un post y, desde entonces, no había vuelto por aquí.
Puedo poner mil disculpas, algunas ciertas y otras inventadas, pero la verdad es que no sé muy bien por qué hace tanto que no escribo nada.
Supongo que algunos ni siquiera me habéis echado de menos últimamente: ¡ah, sí! conozco ese blog, "quien roba a un ladrón ..." se llamaba ¿no? Parece que ya no lo actualiza. Yo hace ya tiempo que no lo miro. Total para qué, si ya no hay nada nuevo.
Os confieso que estaba un poco aburrido de verlo, siempre tan parecido a sí mismo. Así que, a falta de ideas para el contenido, he decidido cambiar el envase. Ya sé que es una solución fácil, una pequeña trampa, pero por algo tenía que empezar. Además, siempre puedo abrir un debate sobre si antes era más bonito o más feo que ahora.
Sólo espero que en los próximos días o semanas haya también algo nuevo en los contenidos, que se me ocurran cosas que contaros.
Para los que se sientan defraudados porque sólo he cambiado el diseño, tengo que deciros que, en el fondo, me alegro: eso quiere decir que todavía confiáis en que os cuente algo nuevo.
Ahora sólo espero que me visiten las musas. Aunque, como decía algún escritor que oí hace años: la inspiración existe, pero hace falta que te pille escribiendo.

Hasta pronto.

(espero)

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sábado, 14 de noviembre de 2009

Hay momentos …

Hay momentos en que parece que el tiempo está congelado.

Hay momentos en que estás en un tren, dando una vuelta sin fin a un valle verde como tus recuerdos.

Hay momentos en que escuchas en el ipod canciones de hace unos años, llenas de sugerencias.

Hay momentos en los que te envuelve esa sensación somnolienta y esperanzada de un día otoñal recién estrenado, limpio y azul después de una noche de lluvia.

Hay momentos en que sientes esa ternura triste que produce acabar de despedirte de personas a las que quieres.

Hay momentos en los que, al mismo tiempo, te invade la alegría contenida de empezar el viaje de retorno a casa, a estrechar entre tus brazos a las otras personas que dan el sentido a tu vida.

Hay momentos en los que sientes que tu corazón está al mismo tiempo en dos sitios o quizás no está en ninguno, ni siquiera contigo.

Hay momentos en los que puede ser que el tiempo no esté congelado, pero tu corazón, tu cerebro y tu vida, van más despacio, como si tuvieran miedo a romper algo que sabes que más tarde ya no va a estar ahí.