En mi descarga, tengo que decir que, dentro de lo que cabe, siento una variante sana y saludable de la envidia. En lugar de odiar a las personas a las que envidio e intentar que dejen de hacer o de disfrutar aquello por lo que las envidio, lo que hago es admirarlas un poco y, en algunos casos al menos, intentar hacer también yo lo mismo.
Y hablo de hacer, más que de tener. Es verdad que me encantaría tener algunas cosas que tienen otras personas (dinero, casas, coches, trabajos, ... suerte), pero lo que envidio de verdad son las cosas que algunas personas son capaces de hacer a base de su esfuerzo, creatividad o valentía personal.
Por ejemplo, envidio a las personas que escriben novelas o canciones que me gustan. A los que las cantan. A los que hacen películas. A los que pintan. A los que hacen (y conservan) amigos con aparente facilidad. A las personas que saben expresar en cada momento aquello que hace falta. A ...
Pero a las que más envidio (insisto que de manera muy sana) es a las personas más cercanas a mí y que, calladamente a veces, tienen la habilidad, valentía, el humor o la santa paciencia de hacer cosas que a mí me gustaría haber hecho y, por torpeza, cobardía, desgana o falta
de constancia, no he hecho, a pesar de que probablemente eran cosas que estaban a mi alcance.
No hablo, en general, de grandes retos. Hablo de cosas alcanzables, incluso relativamente fáciles.
Hace poco escribía sobre un escritor que conozco y sobre su última novela. Ese es un buen ejemplo de la gente a la que envidio. Gente normal, que podría ser como yo. Alguien que un día se propuso escribir una novela y, en lugar de posponerlo y dejarlo para otro momento en que todo le venga mejor, tuvo la valentía de ponerse hacerlo. Le salió mejor o peor (en este caso bastante bien), pero eso no es lo más importante. Lo que realmente importa es que quería hacerlo, era capaz de hacerlo, aunque requiriera un esfuerzo, y tuvo la osadía de
intentarlo.
Otro buen ejemplo es A. Un día se propuso hacer un blog (tantaka) y, uno detrás de otro, fue escribiendo todo tipo de posts, ácidos o más dulces, tristes o más alegres, más cortos o más largos, ..., divertidos la mayoría y, sobre todo, muy "de verdad". El resultado es muy coherente y, me consta, muy bien valorado por las personas que lo leen.
Confieso que el factor definitivo para hacer este blog fue la envidia de lo que A. había hecho. Hace ya casi dos años yo mismo ya había empezado otro blog que sólo tuvo su post fundacional. Nunca tuvo su continuación, porque la fui posponiendo, dejándola para el día siguiente, hasta que la cosa dejó de tener sentido.
Está vez empecé de nuevo por "sana envidia" y creo que, por esa razón, la cosa va más en serio. Con ésta, ya tengo diez "continuaciones" y estoy empezando a cogerle el gusto ... o a perderle el miedo. No sé cuál es la frase que describe mejor este estado.
Como veis, algunas veces la envidia es sana.
...
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