lunes, 19 de enero de 2009

Principios

Tengo la sensación de que este año no quiere empezar de verdad o que empieza de una forma perezosa, como arrastrando lastres del pasado.

Aunque igual es una sensación subjetiva.

Mirándolo bien, me estoy dando cuenta de que el nuevo año, ciclo, o como queramos llamarlo, se nos está echando encima con sus cambios, novedades y pequeñas revoluciones, que acompañan a las rutinas de siempre.

Cambios en las relaciones. Pequeños secretos a voces que afloran a la superficie. Un poco de  dolor. Algo de alivio. Necesidad de volver a enfrentar la situación vital y los problemas del día a día. Todo ello si esa sensación de tregua que las vacaciones y el final de año parecen darnos, aunque no nos demos cuenta mientras duran.

Definitivamente, creo que el que no arranca soy yo. Pero las cosas a mi alrededor ya han arrancado y avanzan a toda velocidad.

¿Hacia dónde?

Eso mismo quisiera saber yo.

En mañanas como ésta, mientras me dirijo al trabajo, tengo la tentación de pensar que hacia algún  precipicio.

Igual es mejor tomar un café, despejarme y ver si sólo se trata del principio del día laboral, siempre desazonador, que se suma al desconcierto del principio del año.

Nada que no se cure con un poco de tiempo.

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viernes, 9 de enero de 2009

Días raros


Éstas últimas semanas han sido unos días raros: me apetecía escribir muchas cosas y no he sido capaz de escribir ni un solo post realmente nuevo para este blog desde hace varias semanas.

La verdad es que no ayuda mucho esto de haber estado de un lado para otro, en casas prestadas, sin ordenador, sin Internet.

Una vez leí o escuche, creo que a  Vargas Llosa, que la inspiración existe, pero te tiene que pillar trabajando para que sirva para algo. 

Tener una idea brillante mientras te duchas o cuando te despiertas fuera de tu casa sirve para distraerte y tardar un poco más en ducharte o levantarte, pero casi nunca se acaba transformando en algo productivo y real, si no puedes ponerte a escribirlo en los quince o treinta minutos inmediatos. 

Así que últimamente empiezo a pensar en comprar un miniordenador o una grabadora o algo que me permita guardar en un soporte estable lo que acabo de pensar, casi en el mismo momento en que se me ocurra, porque confieso que tengo una facilidad pasmosa para olvidar los detalles de cosas que había imaginado con muchísima nitidez.

Aunque, pensándolo bien, igual la solución es más sencilla y puedo recuperar la vieja idea de utilizar el papel para escribir las cosas que se me ocurren cuando no tengo un ordenador a mano. 

También es verdad que ya no estoy seguro de si seré capaz de escribir algo que no sea la lista de la compra en un papel. Cada día me cuesta más no poder borrar  o incrustar nuevo texto en una frase que acabo de escribir. 

Ahora casi me parece mentira que pasara los primeros veintitrés años de mi vida sin tocar un ordenador.

Pero, por otra parte, viendo mi letra, ya se veía venir que mi relación con los manuscritos no tenía muy buenas perspectivas.

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