viernes, 11 de enero de 2008

Ya que nos ponemos


En contra de los que pueda parecer, una de las frases más peligrosas que uno puede oír o pronunciar él mismo es el aparentemente inofensivo "Ya que nos ponemos ..." o sus variantes ("Ya puestos ...", "Una vez que empezamos ya no lo vamos a dejar a medias", "Una cosa lleva a la otra y ...", ...)

Lo digo por experiencia propia y reciente.

Todo empezó porque el sofá azul estaba en un estado lamentable después de diez años de malos tratos, dos hijas pequeñas, una mudanza y la colaboración desinteresada de una chica boliviana, por lo demás majísima.

Pero, "ya que nos poníamos" ... igual era mejor pensar en cambiar los sillones de cuadros que estaban a su lado. Y "ya puestos", a lo mejor había que cambiar la disposición de los muebles. Y "puestos en la labor", la alfombra también estaba pidiendo un reemplazo; y la mesa; y el mueble de la tele; y una de las lámparas del techo; y, a lo mejor, aquel armario quedaba mejor aquí; y  ...

Y, por supuesto, había que pintar, pero "ya puestos" ... mejor pintar toda la casa; y cambiar la mitad de las cortinas; y las luces de la cocina; y, al cambiar los colores de las paredes y la disposición de los muebles, habría que mover de sitio o reemplazar los cuadros de las paredes de toda la casa; y ...

El resultado de un inocente gesto como mover un sofá de sitio (todavía ni siquiera tenemos el nuevo) es que tengo un montón de libros metidos en cajas y ocupando el pasillo, todos los cuadros de la casa apoyados en las paredes de mi habitación, dos bombillas colgando de casquillos en la cocina y una lista de "asuntos domésticos pendientes" que amenaza con superar en dimensiones a la de las campanillas del Outlook que cada día me saludan al llegar a la oficina.

Estos días estoy más convencido que nunca de que la mayor parte de nuestros actos y obligaciones en la vida (y alguna de sus alegrías) no tienen una explicación sencilla y que la secuencia lógica de acontecimientos que te han llevado a ellos es tan alambicada que la mayor parte de las veces parecen seguir una lógica difusa o poética (mágica decían otros), pero, desde luego, no racional.

Un día normal, y sin haberlo previsto, conoces a alguien en un curso, le sonríes, empiezas algo que parece una simple camaradería y ... "ya puestos" "una cosa lleva a la otra" y, casi veinte años después, estás viviendo con ella y dos hijas comunes en una ciudad que está más de cuatrocientos kilómetros de tu casa original y del lugar en que os conocisteis.

Cada vez estoy más seguro de que es un disparate o, al menos, una pérdida de tiempo intentar planificar las cosas. Los acontecimientos se empeñan en tener su propia dinámica y arrastrarse unos a otros y a ti con ellos.

Al final, lo único que cabe es tener una buena capacidad de reacción y mucha suerte para agarrarse a las cosas buenas que te van pasando y esquivar o recuperarse lo más rápidamente posible de las malas.

No sé si es una teoría muy científica. De hecho, yo sólo había empezado a escribir un post sobre el pequeño lío doméstico que hemos montado casi sin haberlo previsto y, como "una cosa lleva a la otra", "ya puesto", he acabado haciendo teoría general que no estaba en el guión original.

No soy capaz de planificar ni el contenido de una página, pero es que "ya que me pongo ..."

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