viernes, 19 de diciembre de 2014

¿Amor o costumbre?

Los veía muchas mañanas hace ahora un año y, ahora que vuelven estas fechas, me he dado cuenta de que no están y se han convertido en una más de esas cosas que pasan por tu vida y desaparecen sin que les hayas prestado toda la atención que merecen.

Tendrían por lo menos ochenta años y aspecto de ser unos señores de pueblo que acababan de perderse en ese universo paralelo en el subsuelo que es el metro de Madrid en las horas punta.

Sentado en una silla de playa, él tocaba en un desgastado violín una melodía irreconocible de vagas reminiscencias navideñas o simplemente sentimentales. 

Sentada en otra silla idéntica, ella miraba la vida y la gente pasar. Sólo de vez en cuando alargaba la mano y pasaba una hoja del cuadernillo de partituras. Ni siquiera parecía escuchar la música. Sólo estaba a su lado, como si fuera un apoyo imprescindible. 

Recuerdo que, al mirarlos, me dio la impresión de que ella fuera la gran razón por la que él se levantaba cada mañana en un frío piso con la calefacción apagada, se aseaba mínimamente y se acercaba a la cocina donde ella ya había preparado un humilde desayuno para compartir. Él por ella y ella por él, armados de una renovada dosis de ilusión combinada con la resignación que regalan los años y los pequeños fracasos compartidos, se lanzaban a las calles aún oscuras, montaban en el metro y se dirigían a una estación del centro, a llenar de música gastada y mercenaria uno de sus pasillos. 

Rodeados de personas encerradas en su propia soledad y que se limitaban a pasar a su lado, ignorándolos la mayor parte de las veces, ellos estaban protegidos en su burbuja. Compartían esa complicidad antigua y cálida de las cosas sencillas, de los días iguales a los anteriores, llenos de cosas tan pequeñas que, si no te fijas bien, parecen vacíos. 

Seguro que, cuando les asaltaba la desesperanza, simplemente se miraban y, de nuevo, todo eso volvía a tener sentido.

Por lo menos, eso me imaginaba viéndolos desde el anden del otro lado.

Hoy quiero pensar que era verdad y que sigue siéndolo, aunque ya no los vea.

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