lunes, 12 de abril de 2010

Espectáculos urbanos


Lo bueno de una gran ciudad como Madrid es que, sólo por pasear por sus calles, mirar a través de la ventana del autobús o fijarte en tus compañeros de vagón en el metro, tienes la oportunidad de conocer mucha "gente especial".

Adolescentes pertenecientes a alguna tribu. Señores maduros con americana verde hierba, pantalones blancos de lino y cara de, por lo demás, no ser nada raros. Una señora que me cruzo casi todos los días y que lleva una bufanda o pañuelo al cuello, subidos hasta las orejas incluso en julio. Curas de negro riguroso y con alzacuellos. Heladeros rastafaris que han montado una embajada de Jamaica en un puesto prefabricado de helados. Estudiantes de algo raro que viajan todos los días con un trolley en el metro y que bajan siempre por mi calle. Miles de personas llegadas de países que hasta hace muy pocos años nos resultaban tan extraños e inalcanzables. Señoras y señores que, aunque llevan casi cincuenta años aquí, tienen aspecto de acabar de salir en ese momento de su pueblo de Zamora o Albacete. Inverosímiles combinaciones de ropa, peinado, calzado, ...

Todo a tu alcance. Sólo tienes que pasear con los ojos bien abiertos. 

También ayuda mucho acertar con la banda sonora. He descubierto que, si tienes puestos los auriculares, en estos casos, el mundo puede parecer un vídeo-clip o una secuencia posmoderna de cine neorrealista.

Eso es todo: mirar, dejarse sorprender y disfrutar del espectáculo de lo cotidiano.

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