martes, 28 de abril de 2009

Cosas importantes

Sube al vagón de metro mirando hacia los lados y, al mismo tiempo, al cristal de la puerta de enfrente. Busca su reflejo y, al mismo tiempo, nuestras miradas que, imagino, espera llenas de admiración.

Aunque hay sitio de sobra, no se sienta para no arrugarse. Va de punta en blanco: traje gris tan impecable que parece recién comprado, camisa rosada sin corbata, zapatos italianos recién estrenados, pelo perfectamente despeinado y encrespado a base de productos cosméticos, barba de cuatro días perfectamente recortada hace menos de una hora, reloj enorme de diseño, …

Se ve reflejado en los cristales, en los que no deja de mirarse, y se nota que se gusta. Nos mira a los demás como si fuéramos pequeños mortales grises y él un selecto personaje del Olimpo de los cuerpos danone.

Se estira una vez más la americana ya sin un pliegue, como para lucir aun más, y en ese momento se entreabre un poco y descubro que tiene la cremallera del pantalón abierta.

A pesar de estar cuidando su imagen de forma continua, ha dejado descuidado un detalle fundamental. Un detalle menor, que no se ve en esos espejos cuando se mira de perfil, pero que hace que no me resulte fácil parar la carcajada que ya se me escapaba. Un detalle que hace que me resulte aun más ridícula esa pose de modelo perdido en el metro, a la vuelta del trabajo de la mayoría de la gente, nosotros, ya despeinados y ajados por una jornada larga y no demasiado  grata.

Sospecho que algunas veces nos pasa eso a todos: nos pasamos la vida mirándonos al ombligo. Creemos que lo tenemos todo controlado porque controlamos las cosas menores y resulta que, fuera de los reflejos en que nos vemos pero a la vista de cualquiera que pasa por ahí, está esa "bragueta abierta" que tira por los suelos nuestra pose.

Las cosas importantes tienen a veces la propiedad de ser las menos evidentes para nosotros mismos y todo lo contrario para los demás.

Cuestión de puntos de vista.

No hay comentarios: