lunes, 31 de marzo de 2008

Engañar al reloj

Esta mañana me ha costado levantarme el doble que ningún otro día.

Después he andado por casa absolutamente despistado, como si una membrana me envolviera y me separara del resto del mundo.

A las niñas y a mí nos ha costado salir y llegar al cole también más que el resto de los días.

Casi me duermo en el metro y no me he enterado de nada de lo que he leído mientras iba en él.

Al salir, iba por las calles desorientado y confuso, como si se tratara de un lugar extraño y no del mismo que recorro desde hace años.

He llegado a la conclusión de que hoy mi cerebro funciona con una hora de retraso.

Aunque lo intenten, no se puede engañar al reloj y robarle una hora. Al menos, al que llevamos dentro.

(aunque el de pulsera también se ha vuelto un poco loco y, para aumentar mi confusión, ha decidido que hoy es día uno en lugar de treinta y uno)

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